Cuando malcriamos a los hijos nunca falta quien nos dice que deberíamos haber empezado por no consentir sus caprichos desde niños. Guerra sin cuartel a esos empecinamientos infantiles que de mayores llamamos consumismo. Pero sucede que miramos hacia atrás, hacia nuestros padres, y consideramos que era lo más parecido a cualquier dictadura. Craso error la mayoría de veces. Y es que, la modernidad trajo el deseo todavía más infantil de querer ser amigos de nuestros hijos, renunciando a ser padres por ingenuidad, inseguridad, falsario sentimiento de superioridad pedagógica o, simplemente, por comodidad.