Debatan ustedes

A un lado, una mujer guapísima, morenísima, talentosísima; al otro, un señor con mofletes arrebolados, traje de chaqueta y peinado de primera comunión: contrastes difíciles de defender. Ambos se suben a un escenario improvisado en una calle comercial, pronuncian algunas frases dulzonas y, hecho esto, pulsan el interruptor que enciende las luces de Navidad. La gente aplaude, observa el espectáculo, y se multiplican las bocas entreabiertas entre la multitud. Esta escena pudo darse en Córdoba o en cualquier otra ciudad. Los alumbrados ostentosos son una moda asentada, como las clínicas de estética. Se suceden los brillos excesivos, se suceden los derroches. No estoy en contra de la Navidad, pero tampoco la espero. Sorprendentemente, vivo sin ver debates por todas partes. Abrazo siempre con el mismo entusiasmo, ya sea en invierno o en verano, los brindis sinceros y no tener que trabajar.