El fútbol fue honrado con el Celta. Balaídos no podía despedirse de un año como este, en el que tantas cosas hermosas sucedieron, con el récord negativo de semanas sin conocer la victoria como local. Una anomalía que amenazaba con enquistarse. Pero el mal fario se esfumó y el refugio de Fragoso estalló de felicidad después de que el Celta superase al Athletic de Bilbao en un partido equilibrado en el primer tiempo, pero que viró de forma determinante a la vuelta del descanso cuando la velocidad de los vigueses no encontró respuesta en los bilbaínos, superados en uno de esos escenarios que tanto dominan y al que empujan a la mayoría de rivales. Esta vez fue el Celta quien cursó la invitación; el Athletic aceptó gustosamente y cuando quiso darse cuenta Williot y Jones, dos galgos sin freno, les habían desvalijado con dos goles extraordinarios en su gestión y en su ejecución. El intento de los rojiblancos por regresar a la pelea se murió en las manos del gigantesco Radu y en la firmeza defensiva con la que se emplearon los vigueses.