Recientemente, las tierras raras se han convertido en uno de los minerales más cotizados. Se obtienen a partir de 17 elementos químicos, y son imprescindibles para la producción de bienes tan vitales para la sociedad actual como los imanes, láseres o incluso la tecnología de la fibra óptica. Un valor que la Unión Europea ha sabido ver, declarando este material como estratégico para la autosuficiencia de sus estados miembros y poder asegurar la transición ecológica. Y es que a día de hoy, igual que ocurre con otros materiales imprescindibles como el galio o el indio, China domina el mercado de las tierras raras, controlando aproximadamente el 90% del refinado a nivel mundial, lo que pone de manifiesto la dependencia —y por tanto vulnerabilidad— de la UE con respecto a terceros países. Es por esto que desde Bruselas llevan ya varios años incitando a los gobiernos del viejo continente a ponerse las pilas, investigar y explotar sus recursos mineros, con el modesto objetivo de que para 2030 el 10% del consumo anual de materiales críticos de la UE se extraigan dentro de la Unión.