Dicen que el dinero no da la felicidad, y Castilla-La Mancha parece confirmarlo con datos. En un contexto marcado por rentas inferiores a la media nacional y por un acusado proceso de envejecimiento demográfico, la región se ha consolidado como una de las comunidades autónomas con mayores niveles de felicidad social de España. Así lo pone de manifiesto el informe 'Así es nuestra Calidad de Vida y Felicidad Social. España 2020-2025', elaborado por el Observatorio de Intangibles y Calidad de Vida (OICV) de la Universidad de Castilla-La Mancha. El estudio, que analiza la evolución del bienestar subjetivo de la población española durante los últimos cinco años, sitúa a Castilla-La Mancha en posiciones destacadas en indicadores clave como la satisfacción con la vida, la seguridad en el entorno residencial, la estabilidad familiar y la percepción de calidad de los servicios públicos. El índice de felicidad social ponderada de Castilla-La Mancha se sitúa en 7,7 puntos, una cifra que supera claramente la media nacional, especialmente entre la población mayor de 55 y 60 años. De hecho, los mayores castellanomanchegos se declaran más satisfechos con su vida que el conjunto de la población española, rompiendo el tópico que asocia envejecimiento con menor bienestar. Uno de los elementos que mejor explica estos resultados es el peso del medio rural, que en Castilla-La Mancha actúa como un verdadero amortiguador del malestar social. Frente a las grandes áreas urbanas, los entornos rurales presentan mayores niveles de tranquilidad, seguridad y cohesión social , factores que el estudio identifica como determinantes de la felicidad. Vivir en un municipio pequeño, según el informe, se asocia a una mejor valoración de la calidad de vida , incluso cuando el acceso a determinados servicios es más limitado. Esta realidad explica por qué provincias con un fuerte carácter rural obtienen resultados especialmente positivos. Con respecto al grado de felicidad en las diferentes provincias, el análisis muestra notables diferencias internas. Albacete, Ciudad Real y Cuenca se sitúan por encima tanto de la media regional como de la nacional en los indicadores de felicidad social. Ciudad Real destaca como una de las provincias con mayor satisfacción vital, apoyada en la estabilidad social y el peso del entorno rural. Albacete presenta un perfil equilibrado, con buenas valoraciones en seguridad, servicios y bienestar general, mientras que Cuenca, a pesar de sus problemas demográficos, logra mantener altos niveles de felicidad gracias a la percepción de calidad de vida y cohesión comunitaria. Guadalajara también presenta buenos resultados, aunque más desiguales, influidos por su proximidad a Madrid y por mayores niveles de estrés laboral y residencial. En cambio, la provincia de Toledo constituye la principal excepción dentro de la región. Es la única que se sitúa por debajo de la media autonómica y nacional en felicidad social. El estudio apunta a factores como la presión demográfica, la urbanización acelerada y los problemas de movilidad y acceso a servicios como elementos que penalizan la percepción de bienestar en la provincia, especialmente en su área de influencia metropolitana. Pese al buen posicionamiento general, el informe también identifica retos importantes para el futuro. El principal es la soledad no deseada , un fenómeno que afecta a más de la mitad de las personas mayores en algún momento, especialmente a partir de los 80 años. A ello se suma el llamado edadismo digital, es decir, la dificultad para adaptarse a la digitalización de servicios y relaciones sociales. Paradójicamente, estos problemas no anulan la percepción global de felicidad, pero sí representan una amenaza estructural para el bienestar a medio plazo, especialmente en una comunidad que, según las proyecciones, superará el 40% de población envejecida en la próxima década. El informe subraya el papel clave de los servicios públicos en el bienestar de los castellanomanchegos. La sanidad y los servicios sociales reciben valoraciones superiores a la media nacional, y la comunidad cuenta con una amplia red de recursos para personas mayores, que atiende a más de 100.000 usuarios en más de 800 centros. Esta combinación de entornos habitables, redes sociales sólidas y servicios públicos valorados positivamente explica por qué Castilla-La Mancha se sitúa entre las regiones con mayor felicidad social del país. La principal conclusión del estudio es clara: la felicidad no depende únicamente del nivel de renta . Factores como el territorio, la seguridad, las relaciones sociales y el acceso a servicios pesan tanto o más que los indicadores económicos tradicionales. Por tanto, en un contexto nacional marcado por la incertidumbre económica y social, Castilla-La Mancha emerge así como un ejemplo de que el bienestar puede construirse también desde lo local, lo comunitario y lo rural, aunque el desafío ahora sea mantenerlo en una sociedad cada vez más envejecida y digitalizada.