Eduardo Anitua, referente mundial en medicina regenerativa: «El control de la respiración mejora la concentración y el aprendizaje»

Desde que nacemos, todos sabemos respirar por la nariz, lo que nos permite alimentarnos por la boca y vivir. Durante la lactancia, la succión y la respiración nasal suceden de manera coordinada. Este proceso no solo garantiza la alimentación, sino que también favorece el desarrollo del cráneo y estimula el órgano nasal, gracias a la presión de la lengua sobre el paladar. Pero, ¿cuándo comenzamos a respirar por la boca y qué supone este cambio? Según Eduardo Anitua , referente internacional en medicina regenerativa, el problema surge cuando los niños padecen su primer catarro: «la obstrucción nasal puede hacer que empiecen a respirar por la boca. Si esa situación no se corrige, el hábito de la respiración bucal puede consolidarse y convertirse en una complicación crónica , con consecuencias a largo plazo». Si los padres fueran más conscientes de que la respiración oral favorece la aparición de catarros, ¿se tomarían más en serio este asunto? La mayoría de los padres tienen una falta de conocimiento en este aspecto. Los hábitos que adquieren los niños pueden condicionar su salud y su desarrollo futuro. Por eso, que los padres presten atención a la forma en que respiran sus hijos es importantísimo para su desarrollo esquelético y también para su desarrollo cognitivo. ¿Por qué es tan importante saber respirar bien? ¿En qué consiste exactamente? Es un acto automático e imprescindible para la vida. No se trata solo de introducir aire en el cuerpo. Significa que el aire llegue a los pulmones tras pasar por la nariz, que es el filtro fisiológico del organismo. Lo ideal es que tanto la inspiración como la espiración se realicen siempre por la nariz. Solo en situaciones de esfuerzo físico puede aparecer la respiración oral. ¿En qué momento del desarrollo desde la niñez 'se tuerce' este hábito? Lo más habitual es que se altere por un catarro u obstrucción nasal. Lo importante es aprender a mantener la nariz despejada. Existen inhaladores que pueden facilitar esa función. Si no se corrige, el riesgo es que el menor adquiera el hábito de respirar por la boca. Hay que detectarlo y corregirlo cuanto antes. Ha asegurado en varias ocasiones que la respiración se entrena... ¡y es gratis! ¿Por qué no nos esforzamos más? Lo que es gratis no se valora, pero en este caso hablamos de algo esencial para la vida. Controlar la respiración nos permite, en gran medida, regular el funcionamiento de nuestro cerebro, actúa como un regulador natural de los pensamientos, e incluso de las emociones. Debería ser una práctica básica desde la infancia. Asegura que hay evidencia científica de que si enseñamos a respirar bien a los niños aumentan sus redes neuronales atencionales y su capacidad de aprendizaje mejora. Efectivamente, hemos formado un equipo de investigación español encabezado por Gustavo García Diez y por Nazareth Castellanos y hemos demostrado que el enlentecimiento y control de la respiración tiene un impacto directo en el cerebro. Reduce la actividad de las llamadas redes neuronales por defecto —ese 'ruido mental'— y activa las redes atencionales, lo que favorece la concentración y la capacidad de aprendizaje. Por lo tanto, afirmamos con evidencia científica que el control de la respiración mejora tanto la atención como la concentración. Además, aporta un mayor control sobre el cerebro, sensación de equilibrio y calma fundamental no solo para el bienestar diario, sino para afrontar situaciones de estrés y tomar mejores decisiones. ¿Afecta la forma de respirar al carácter y comportamiento? ¡Sin duda! Al control la respiración, ganamos capacidad para regular nuestras emociones. ¿Dónde se puede aprender? Hay mucha información disponible. Yo he publicado vídeos en YouTube que ayudan a comprender la fisiología de la respiración y a empezar a practicarla mejor. ¿Qué consejos da a los padres para que sus hijos sepan respirar mejor? En primer lugar, favorecer la lactancia con succión activa. Ese esfuerzo no solo garantiza una correcta alimentación, también estimula el desarrollo de su cráneo y de su respiración nasal. Segundo, observar la respiración diaria, deben fijarse en si el niño respira por la nariz o por la boca, especialmente después de catarros o alergias. Si se mantiene la respiración oral, conviene corregirla cuanto antes. Tercero, fomentar hábitos saludables. A medida que crecen, enseñarles a respirar por la nariz en el juego, el descanso y rutinas cotidianas. Y cuarto, comer despacio, con conciencia, así se favorece la correcta formación del bolo alimenticio, mejora la digestión y se disfrutar más de la comida.