Con la llegada de las fiestas navideñas, no es raro que muchas personas comiencen a preocuparse por la comida, las calorías y cómo afectarán los días de celebración a su peso corporal. Más allá de anécdotas compartidas en reuniones familiares, diversos análisis realizados sobre el patrón de consumo durante Navidad muestran un aumento de peso promedio de entre medio kilo y dos kilos en muchas personas. Este fenómeno se explica por varios factores típicos de esta época del año. En primer lugar, las celebraciones suelen coincidir con comidas y cenas más copiosas y frecuentes de lo habitual, con alimentos ricos en calorías provenientes de salsas, dulces, postres y bebidas. Estos platos tradicionales, acompañados de sobremesas y tentaciones varias, aumentan la ingesta calórica total de la jornada. Además, otro elemento característico de las festividades es la presencia de bebidas alcohólicas durante las celebraciones. El alcohol aporta calorías adicionales y, por su efecto desinhibidor, puede facilitar que las personas coman más de lo que normalmente harían. Esta combinación de exceso calórico y baja restricción en el consumo contribuye al aumento de peso que muchos experimentan. También es habitual que durante el periodo de Navidad haya una disminución de la actividad física diaria. Las vacaciones, los días festivos y los tiempos dedicados a reuniones familiares o eventos suelen sustituir el ritmo habitual de ejercicio o movimiento. Esta reducción de la actividad física hace que la energía gastada sea menor, facilitando aún más que el balance energético sea positivo y se produzca un incremento de peso corporal. Estas condiciones, aunque comunes, no deberían convertirse en motivo de angustia o presión excesiva. El primer punto a tener en cuenta es que un aumento de peso condicionado a unas semanas de celebraciones no define la salud de una persona. La salud es un concepto amplio que va más allá de un número en la báscula, e incluye la actividad física, el bienestar emocional, el descanso adecuado y hábitos saludables a lo largo del año. Por otro lado, muchas personas recurren a dietas restrictivas extremas antes o después de las fiestas con la intención de “compensar” lo que creen que van a consumir. Sin embargo, ese enfoque puede ser contraproducente. Privarse de alimentos durante los días previos puede llevar a una mayor ansiedad por comer durante las celebraciones e incluso a atracones, algo que hace más difícil mantener un patrón saludable. Es más útil adoptar un enfoque equilibrado y consciente que restrinja únicamente los excesos sin eliminar por completo los alimentos que forman parte de la tradición festiva. Perseguir un enfoque de alimentación consciente significa prestar atención a lo que se come, a las señales de hambre y saciedad, a disfrutar de los alimentos sin distracciones y a evitar comer de manera compulsiva. Este tipo de atención hace que sea más probable comer por placer en lugar de comer por hábito o emoción. Además, combinar comidas festivas con opciones más ligeras —como verduras, fuentes de proteína magra o agua entre platillos más calóricos— ayuda a equilibrar la ingesta global sin sacrificar el disfrute. También es importante mantener algo de actividad física durante el periodo festivo. Aunque la idea de hacer ejercicio intenso durante las vacaciones pueda sonar poco atractiva, incluso pequeños gestos como caminar después de las comidas, subir y bajar escaleras o salir a pasear con familia o amigos pueden marcar una diferencia significativa en la energía gastada. Para muchas personas, el verdadero desafío no está en evitar completamente los alimentos festivos, sino en encontrar un enfoque que permita disfrutar de esos momentos sin perder de vista los hábitos saludables que sostienen el bienestar general. Mantener una relación equilibrada con la comida —que incluya también actividades sociales, descanso y movimiento— permite afrontar las fiestas con más serenidad y sin que un ligero aumento de peso se convierta en una fuente de preocupación constante. Al fin y al cabo, disfrutar de las celebraciones sin convertir cada comida en una batalla mental con la báscula es una forma más sostenible y saludable de vivir las fiestas. Una actitud consciente, sin restricciones rígidas ni culpabilidad, facilita celebrar con plenitud y volver a los hábitos habituales con tranquilidad.