El sector juguetero español se enfrenta a una paradoja: la natalidad ha descendido un 38% desde 2008, pero la industria prevé crecer un 2,5% este año. La clave de este fenómeno reside en el consumidor adulto, conocido como ‘kidult’, que movido por la nostalgia, el coleccionismo o la simple evasión, se ha convertido en el motor de un mercado que parecía destinado a la infancia. Este público ya representa el 30% de la facturación total del sector. El consumo de juguetes por parte de adultos obedece a múltiples factores. Según el analista Urbano Canal, una de las principales motivaciones es un consumo nostálgico. "Compran artículos que les recuerdan su infancia, como series de juventud o como juguetes retro", explica. Este anhelo por el pasado materializa la recuperación de momentos felices a través de objetos icónicos. Junto a la nostalgia, el coleccionismo se erige como otro gran pilar de este mercado. Algunos compradores buscan una inversión a futuro, adquiriendo figuras de acción, sets de Lego que pueden revalorizarse con el tiempo o los populares Funko Pop. Sin embargo, como toda moda, esta puede ser pasajera, y como ejemplo, las acciones de Funko han caído un 14% este trimestre. Más allá del valor material, estos objetos ofrecen una vía de escape del estrés diario y una forma de relajación. La compra de juguetes se asocia a sensaciones agradables y permite a los adultos conectar con una comunidad. "También se busca identificarse con un grupo en un sentido de identidad, y que comparte tus gustos", señalan los expertos, enmarcando el fenómeno dentro de una cultura pop más amplia con referentes en los años 70 y 80, como demuestra la pervivencia de iconos como Mazinger Z. Lejos de responder a un perfil único, el comprador ‘kidult’ es cada vez más diverso. Maite Francés, portavoz de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), explica que, si bien hace años se asociaba a la generación X o a los baby boomers de entre 25 y 45 años, "la verdad es que ahora podemos hablar de un grupo de adultos mucho más amplio". Este nuevo consumidor ha desdibujado las fronteras de edad y ha normalizado el ocio asociado a los juguetes. Aunque para algunos este comportamiento podría asociarse de manera informal al síndrome de Peter Pan, en referencia a los adultos que se niegan a crecer, para muchos es simplemente una afición. El escritor Lorenzo Silva comparte su propia experiencia: "Yo tengo una colección de Madelman. Fue el juguete estelar de mi infancia". De hecho, recuerda con humor cómo arruinó las fotos de su primera comunión por culpa de su inseparable figura. El coleccionismo adulto abarca desde pasquines de cine y cromos de fútbol hasta juguetes que se disfrutan en familia. El Scalextric es un claro ejemplo de ello, un juego que a menudo "disfruta probablemente más el adulto que el niño". Esta afición compartida permite a los padres recuperar parte de su infancia y, a su vez, crear nuevos vínculos con sus hijos. Este cambio de paradigma ha obligado a la industria a reaccionar. El sector, que concentra el 60% de sus ventas anuales en Navidad, ha tenido que adaptar sus estrategias. Según Maite Francés, el proceso de adaptación comienza "desde el mismo proceso de diseño, teniendo en cuenta los gustos, las preferencias" del público adulto. La directora de marketing de la AEFJ, que agrupa al 80% del sector juguetero en España, subraya la importancia de atender a este nicho. Esto implica no solo revivir "aquellos juguetes de la nostalgia", sino también cuidar los canales de distribución y la comunicación para conectar eficazmente con un comprador que ya no juega a escondidas, sino que reivindica con orgullo su afición.