La pugna por Warner, el gigante del entretenimiento que se disputan Netflix y Paramount con un Trump vigilante, nos lleva esta vez a 1945, cuando el cine ya se asentaba como un poderoso instrumento de control cultural. EE.UU. trataba entonces de frenar el poder de los grandes estudios, en plena ola antimonopolio y de cruzada anticomunista. Entre los cotilleos de Hollywood se colaban también en La Voz otras crónicas que no hablaban de romances o aventuras, sino de negocios, ideología y política.