Parece que al compañero Francisco Salazar se le olvidaba subirse la bragueta al salir de su despacho. Vaya por dios. El hombre, al descubrir su distracción, se apresuraba a escenificar el cierre para que no quedaran dudas de que todo era producto de su confusión. Entonces, se aproximaba a una de sus colaboradoras y se la subía delante de su cara. Normal. No fuera que ellas creyeran que sus intenciones eran deshonestas. Parece que también le gustaba el teatro. Uno de sus números preferidos era escenificar una felación con todo lujo de detalles. Un alma sensible, sin duda. Lo de enviar wasaps insinuantes sería para subir la autoestima de las compañeras. Y la invitación a que le mostraran su escote, bueno, ya sabes, una muestra de su carácter espontáneo. Ay, esos campechanos.