El ser humano se ha fraguado en esa combinación de instinto natural, inteligencia, fantasía y contradicciones que le han aupado a reconocer su individualidad y a conformar su trascendencia. Si el mito -y de forma más articulada la religión- es la expiación de nuestras debilidades, el bulo es la deformación de la realidad, muchas veces por intereses espurios, pero otras por una traviesa concatenación de falacias que asientan una convicción. Disney es una gran factoría de estos hechos impostados, comenzando por el cuerpo criogenizado de su patriarca, tan apócrifo como el hallazgo del vellocino de oro.