La muerte de Robe Iniesta la semana pasada llenó las redes de homenajes, de vídeos, de canciones, de trozos de letras, de cartas y de cortes de programas de radio y de tele hablando de la pérdida. Mucha gente sintió que se iba algo más que un cantante con él; no sé cuánto había ahí de postureo, algunos se quejan de eso. Supongo que los más cercanos, los que vivieron con él los primeros años de tanto rechazo y que ahora comprueban cómo en Spotify pasa de 400 mil a más de un millón de oyentes, no entenderán muy bien esta despedida coral: que personas de todo tipo y artistas de todos los géneros reconozcan, de pronto, escucharlo siempre y admirarlo mucho. Pero yo me lo creo. ¿Para qué fingir que sientes algo que no sientes ante un mundo que se supone que tampoco lo siente?