La soledad no deseada se ha convertido en una epidemia silenciosa que afecta a personas de todas las edades, pero con especial virulencia a los mayores. Sus efectos van más allá de la tristeza, llegando a constituir un grave problema de salud pública. En un debate en el programa Herrera en COPE Gran Canaria, varios expertos han desgranado las causas, consecuencias y posibles soluciones a este drama social. El geriatra René Lamar lanzó una de las advertencias más contundentes: la soledad es un factor de riesgo tan importante como fumar 15 cigarrillos al día y predispone a padecer enfermedades como el Alzhéimer. Desde el punto de vista médico, las consecuencias del aislamiento son devastadoras. René Lamar, médico geriatra, lo calificó como "un factor favorecedor para el deterioro de la salud en múltiples dimensiones". Según explicó, la soledad no deseada predispone a padecer enfermedad de Alzheimer, genera neuroinflamación con el incremento de cortisol y aumenta la formación de radicales libres que deterioran el sistema nervioso central, causando un deterioro cognitivo que puede ser el "preludio de la demencia". Por ello, Lamar defiende que el aislamiento debe ser considerado "un síndrome geriátrico más", al mismo nivel que la incontinencia o la inestabilidad. La evidencia científica respalda esta visión. El geriatra citó un experimento realizado en Harvard que demostró que las estructuras cerebrales que se activan en personas sometidas a aislamiento total son similares a las de aquellas privadas de alimento. La conclusión es clara: "Es tan importante estar socializado como alimentarte". Este sentimiento, explicó Lamar, está ligado a la supervivencia, lo que subraya la necesidad fundamental de las relaciones sociales para el ser humano y un envejecimiento exitoso. Sin embargo, el sistema no está preparado para afrontar esta crisis. Lamar denunció la falta de coordinación entre profesionales sanitarios, entidades sociales e instituciones. Como ejemplo, mencionó el "gran problema que hay en los hospitales con adultos mayores que están de alta" pero sus familias no pueden o no quieren hacerse cargo. "Están ocupando camas hospitalarias porque no hay esos sitios intermedios donde estas personas puedan estar atendidas", lamentó. A su juicio, la sociedad ha sido sorprendida por una oleada de envejecimiento para la que no se ha preparado. En el plano psicológico, la soledad deja profundas heridas. El psicólogo Gonzalo Naranjo, colaborador de la Fundación Canaria Lidia García, explicó que existen dos enfoques: el colectivo y el individual. "Las personas mayores cuando vienen a consulta es porque tienen claro que necesitan ayuda, y esos son los más afortunados", afirmó, ya que muchos otros sufren en silencio. Las señales de alerta, según Naranjo, son la tristeza en la mirada, el aislamiento o la falta de contacto, síntomas de que "algo no está bien" y de que la persona no se siente acompañada, incluso teniendo familia. Naranjo destacó que no se puede meter a todos "en el mismo saco", ya que las causas de la soledad son múltiples: un duelo, heridas familiares o un aislamiento autoimpuesto. Sin embargo, un factor es determinante para superarla: la proactividad. "La actitud es la que marca siempre la diferencia", aseguró. La clave para que una persona logre salir de esa situación es que "quiera salir adelante". El verdadero peligro, advirtió, surge cuando estas situaciones se prolongan en el tiempo. Cuando el aislamiento se vuelve crónico, se patologiza. Naranjo señaló que "las alertas son cuando se cronifican duelos, cuando se cronifican enfados, cuando se cronifican aislamientos". Esta cronificación conduce a la depresión, la apatía, el rencor y la aparición de "bucles mentales", un pensamiento repetitivo "como un disco rayado" que acaba por generar enfermedades físicas. La salud mental, concluyó, "delimita la salud física posteriormente". Guacimara Martín, directora de la Fundación Canaria Lidia García, definió la soledad no deseada como un sentimiento: afecta a quienes "se sienten solas, no que estén solas". Martín subrayó que en la sociedad actual se ha olvidado el valor de la unión, la solidaridad y el respeto hacia los mayores. "Hemos olvidado el valor que tenemos como personas", lamentó, destacando que países como Reino Unido o Japón ya cuentan con ministerios especializados para abordar este problema. Para combatir esta situación, la fundación que dirige promueve un envejecimiento activo basado en un "bienestar integral de la persona, tanto físico, mental y social", como define la OMS. Sus programas se centran en tres ejes: el ejercicio físico con especialistas a través de iniciativas como 'Pasos por la vida'; el apoyo a la salud mental con un equipo de psicólogos; y la puesta en valor de la cultura y el patrimonio, fomentando que los mayores transmitan su historia de vida a los más jóvenes. La solución definitiva, según coincidieron los expertos, pasa por reconstruir los puentes entre generaciones. Gonzalo Naranjo describió las relaciones intergeneracionales como "la clave de todo", un intercambio en el que "se reactiva la vida". Cuando los mayores se sienten escuchados y respetados, "les dan ganas de vivir". Guacimara Martín añadió que la sociedad no puede permitirse perder "el gran valor de la experiencia y la sabiduría" que atesoran las personas mayores. El mensaje final es unánime: es una tarea de todos. René Lamar instó a "sensibilizar a los ayuntamientos, a la consejería de sanidad y a todo el mundo" para establecer planes de actuación a diversos niveles. La lucha contra la epidemia y drama silente de la soledad en el adulto mayor requiere una respuesta coordinada que abarque desde el apoyo familiar y la ayuda profesional hasta un compromiso firme por parte de las instituciones.