Los cazas y bombarderos fueron un aviso a Japón. Ahora China ha pasado a la acción con un veto demoledor: los osos panda

La crisis entre China y Japón ha entrado en una fase más profunda y simbólicamente más dura, marcada por un tránsito claro de la presión militar directa a la coerción política, cultural y emocional. Todo comenzó tras las declaraciones de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, al afirmar que un ataque chino contra Taiwán supondría una amenaza existencial para Japón, una frase que Pekín interpretó como la antesala de una posible implicación militar nipona en un conflicto sobre la isla. De la advertencia al castigo. Desde aquellas palabras, China ha elevado el pulso con una combinación calculada de demostraciones de fuerza y represalias indirectas : cazas J-15 iluminando con radar a aviones japoneses desde el portaaviones Liaoning, vuelos conjuntos de bombarderos estratégicos chinos y rusos cerca del archipiélago japonés y una campaña diplomática que busca aislar a Tokio recordando el pasado imperial japonés y su papel en la Segunda Guerra Mundial . En Xataka Los nacidos entre 1950 y 1970 tienen una ventaja psicológica sobre las demás generaciones: están entrando en su "peak" El cielo como mensaje. Las maniobras aéreas no son incidentes aislados, sino mensajes cuidadosamente coreografiados. El paso del Liaoning al sur de Okinawa, los enganches de radar y los vuelos de bombarderos con capacidad nuclear sobre el mar de Japón y el mar de China Oriental forman parte de un patrón de intimidación que busca subrayar dos ideas : que China está dispuesta a escalar y que Japón no puede contar con una respuesta automática de Estados Unidos. Washington, centrado en estabilizar su relación con Pekín y ambiguo sobre su grado de implicación en una crisis por Taiwán, ha dejado a Tokio en una posición incómoda . Solo tras los vuelos chino-rusos llegó una respuesta conjunta con bombarderos B-52 estadounidenses y cazas japoneses, una señal de disuasión que no despeja la incertidumbre de fondo y que confirma que el equilibrio regional se ha vuelto más frágil. La presión cambia. Pero el giro más revelador de la estrategia china llega cuando la confrontación ha abandonado el plano estrictamente militar y se ha filtrado en la vida cotidiana . Pekín ha instado a sus ciudadanos a evitar Japón, ha desalentado a estudiantes chinos a matricularse en universidades japonesas, ha reducido vuelos y ha dejado caer el turismo organizado. A ello se suma una cascada de cancelaciones culturales : conciertos suspendidos, proyecciones anuladas y espectáculos celebrados en pabellones vacíos tras decisiones de los organizadores chinos. No se trata de gestos improvisados, sino de una forma de castigo selectivo que busca generar costes visibles para Japón sin cruzar umbrales militares, una advertencia dirigida tanto a Tokio como a otros países tentados de expresar compromisos similares con Taiwán. La diplomacia del panda. En este contexto adquiere todo su significado la retirada de los últimos pandas gigantes de Japón. Desde la normalización de relaciones en 1972, los pandas han sido una de las herramientas más refinadas del poder blando chino: animales icónicos, formalmente cedidos en régimen de préstamo, que simbolizan amistad, cooperación científica y buena voluntad, pero cuya propiedad legal sigue siendo siempre china. A lo largo de décadas, Pekín ha utilizado su cesión, renovación o retirada como termómetro político , premiando relaciones fluidas y congelando aquellas que entran en conflicto. La “diplomacia del panda” no es folclore, sino una forma cuidadosamente diseñada de señalización estratégica, capaz de transmitir cercanía o desaprobación sin necesidad de comunicados oficiales. Tokio se queda sin pandas. La decisión de devolver a China a Xiao Xiao y Lei Lei , los dos últimos pandas del zoológico de Ueno, deja a Japón sin ninguno por primera vez en más de medio siglo . Aunque formalmente se presenta como el vencimiento de un acuerdo y una cuestión logística, el momento elegido y el silencio de Pekín ante cualquier posibilidad de renovación convierten la marcha de los pandas en un gesto político imposible de ignorar. En una ciudad donde estos animales son un fenómeno de masas y un activo cultural y económico, su partida funciona como un recordatorio tangible de quién controla los símbolos de la relación bilateral. La expectativa de cientos de miles de visitantes despidiéndose de los pandas subraya hasta qué punto el castigo chino ha pasado del plano estratégico al emocional . En Directo al Paladar La interiorista Laura Martínez advierte: "Quitar la bañera y poner una ducha es la reforma con más impacto en el baño" Una escalada calculada. La secuencia es reveladora: primero, advertencias militares , después, presión diplomática , y finalmente, sanción cultural y simbólica . China muestra así un manual de coerción gradual que combina fuerza dura y blanda para moldear el comportamiento de sus vecinos. Japón, lejos de ceder, mantiene su posición sobre Taiwán respaldado por una opinión pública cada vez más crítica con Pekín, mientras asume que la relación bilateral ha entrado en su punto más bajo desde la crisis de las islas Senkaku en 2012. Lo inquietante del episodio no es solo la retirada de unos pandas o la cancelación de conciertos , sino la claridad con la que China ha demostrado que dispone de múltiples palancas (militares, económicas, culturales y simbólicas) para responder a cualquier desafío político. Y que está dispuesta a usarlas todas, de forma progresiva, cuando considera que sus líneas rojas se han cruzado. Imagen | Alert5 , kumachii , Colegota En Xataka | Va todo fenomenal entre China y Japón, tan solo se están apuntando mutuamente con armamento pesado En Xataka | China le ha dibujado una línea roja muy clara a Japón: ser aliada de Estados Unidos bien, apoyar a Taiwán mal - La noticia Los cazas y bombarderos fueron un aviso a Japón. Ahora China ha pasado a la acción con un veto demoledor: los osos panda fue publicada originalmente en Xataka por Miguel Jorge .