Antes de que su voz quedara ligada para siempre a la historia del pop en español, Ana Torroja ya cargaba con un apellido de peso. Un apellido asociado al talento, a la innovación y a una forma muy concreta de entender el trabajo. Así lo ha recordado la propia cantante al hablar de su abuelo, Eduardo Torroja Miret , una de las figuras más influyentes de la ingeniería civil del siglo XX. Eduardo Torroja fue un pionero en el uso del hormigón armado y dejó su huella en algunas de las obras más emblemáticas de Madrid, como la cubierta del Hipódromo de la Zarzuela, hoy considerada un hito arquitectónico y Bien de Interés Cultural. Viaductos, hangares y proyectos vanguardistas consolidaron su prestigio internacional y su legado académico, que todavía hoy se estudia en escuelas de ingeniería de todo el mundo. Ese reconocimiento profesional fue el que dio origen al marquesado de Torroja , concedido de forma póstuma al ingeniero. Un título que, con el paso del tiempo, llegó a Ana Torroja y que durante años observó con distancia. «Al principio no me sentía merecedora», confesó recientemente, hasta que entendió que asumirlo era una forma de honrar la memoria y el esfuerzo de su abuelo. En su casa, la ciencia y el arte convivieron desde siempre. Aunque Ana eligió el camino de la música, reconoce que heredó de su familia valores como la disciplina, la curiosidad y la cultura del esfuerzo. Una forma de entender la profesión que ha marcado su carrera y su manera de mantenerse activa durante décadas. Ese bagaje familiar aparece ahora en primer plano en un momento de plena reflexión vital y profesional. A sus 65 años, la que fuera vocalista de Mecano afronta una nueva etapa musical sin nostalgia paralizante ni intención de retirada. «Llegué a pensar que quizá mi momento ya había pasado», admite, consciente de que la industria ha cambiado y de que hoy todo sucede a un ritmo vertiginoso. Desde México, donde reside desde hace más de una década junto a su marido y su hija, Ana Torroja sigue creando y mirando hacia adelante. Allí ha grabado su nuevo trabajo y desde allí observa España con una mezcla de distancia y lucidez. «Cuando vives fuera y vuelves, te valoran de otra forma», reflexiona, comparando la relación del público latinoamericano con sus artistas frente a la del público español. El pasado siempre aparece cuando se pronuncia el nombre de Mecano, pero Ana Torroja vuelve a dejar claro que el reencuentro no está en el horizonte. No por falta de cariño, sino por realismo. «Cada uno tiene su vida encarrilada y está a gusto donde está», explica, subrayando que la relación entre los miembros del grupo fue, sobre todo, profesional. Sin dramatismos ni reproches, la cantante asume que aquel capítulo fue extraordinario, pero pertenece a otro tiempo. Hoy, su discurso se articula desde la memoria familiar, la identidad propia y la voluntad de seguir creando. Porque antes de ser un icono del pop, Ana Torroja fue nieta de un ingeniero brillante. Y quizá ahí, en ese legado silencioso, esté una de las claves de su constancia y de su manera serena de mirar el paso del tiempo.