Pedro Sánchez encara el final de 2025 en una suerte de disociación de la realidad. Por un lado, trata de proyectar normalidad. Lanza un mensaje de continuidad, con una hoja de ruta invariable, pese a la sucesión de casos de corrupción y las polémicas asociadas a las situaciones de acoso sexual en el seno del PSOE. Por otro, trata de aplacar el malestar de unos socios de investidura que comienzan a dar síntomas de desgaste. En Moncloa trabajan con una salvaguarda: «El que rompe, paga» . Esto es, creen que ninguno de sus aliados está dispuesto a asumir el coste de ser el responsable, no ya de que caiga el Gobierno, sino del advenimiento de la entente PP-Vox. «Sería el... Ver Más