Bianca Thoilliez, profesora: "Sentarse juntos a cenar en Navidad ya no es tan sencillo; llega diciembre y muchos no se preparan para las conversaciones de sobremesa en casa de los suegros"

La fractura social provocada por la polarización política tiene efectos cada vez más visibles en el ámbito personal. Según datos de la organización More in Common, cerca de cinco millones de españoles han roto relaciones familiares o de amistad debido a discrepancias políticas. Este dato, analizado en el ‘Laboratorio de ideas’ del programa 'Herrera en COPE' por Jorge Bustos y la profesora Bianca Thoilliez, revela que un 60% de los españoles evita hablar de política para no discutir y un 15% ha abandonado grupos de WhatsApp por la misma razón. La proximidad de las fiestas navideñas agudiza esta problemática. Como señala Bianca Thoilliez, profesora de Teoría de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid, "sentarse juntos a cenar en Navidad ya no es tan sencillo". A la preocupación por la cesta de la compra se suma la tensión por las conversaciones de sobremesa. Muchos se preparan para evitar el conflicto bajo la premisa de "¿para qué voy a discutir contigo si total no nos vamos a entender?". La experta subraya que "la política empieza en la mesa doméstica, que es el espacio político primario". En este escenario, surgen figuras ya clásicas que encarnan la polarización. El primero es el 'cuñado', descrito como un "opinador todoterreno, mezcla de tertuliano y forense" que sabe de todo, desde vacunas hasta la decadencia de Occidente, y cuya presencia ahora "irrita profundamente". Pero no llega solo. Le acompaña el 'hermano perfecto', aquel que "hace que tú parezca el peor padre del año" y cuya calma y elegancia al opinar logra sacar de quicio al resto. El reparto lo completan los 'tíos jubilados de oro', una pareja con dos viviendas pagadas y la pensión máxima que disfruta de una intensa agenda de viajes. Mientras relatan sus aventuras por Australia, el resto de la familia calcula sus ingresos y piensa en la precariedad propia. El ambiente se caldea hasta que alguien pronuncia el nombre de 'Pedro Sánchez' y "empiezan los rugidos". Es en ese momento cuando, según Thoilliez, "la conversación se vuelve definitivamente peligrosa, deja de ser una discusión de ideas y ya es algo personal". El problema, apunta la profesora, es que ya no se discuten solo ideas, sino "afectos, identidades". La actitud predominante pasa a ser "no quiero ni escucharte, porque, ¿para qué?". Esta situación se refleja en el dato de que uno de cada cinco españoles ha vivido discusiones políticas fuertes en comidas familiares. El efecto final de la polarización acaba siendo el silencio: se miden las palabras, se cambia de tema e incluso se evitan ciertos asuntos en la propia pareja porque se perciben como "una fuente de conflicto asegurado". La paradoja, como reflexiona Thoilliez, es tremenda: "Nunca hemos hablado tanto de política en público, pero es que nunca hemos hablado tan poco de política con la gente que queremos". A pesar de ello, existen ejemplos que invitan a la esperanza, como el caso de Chile, donde un presidente electo recibió a su rival, pidió respeto para ella y valoró su trabajo. Esta tensión no es solo una anécdota, sino "un síntoma de algo más profundo". Los datos del INE confirman que buena parte del aumento de personas que se identifican con los extremos ideológicos en España se concentra a partir de 2018. Ante esto, la experta concluye que hoy "el gesto más subversivo no es ganar una discusión, sino sentarnos a la mesa a comer juntos". La solución no pasa por consensuar siempre, sino por "no romper los vínculos por querer tener razón a toda costa" y aceptar la convivencia con las diferencias. Un poco de humor y la capacidad de reírse de uno mismo, concluye, pueden destensar cualquier conversación y permitir celebrar mejor.