La idea del Ingreso Mínimo Vital (IMV) nació como un salvavidas en plena pandemia: una prestación estatal para que ningún hogar se quedara sin lo básico. En la práctica, el IMV garantiza un nivel mínimo de renta y cubre la diferencia entre lo que ya entra en casa y lo que la norma considera renta garantizada. Es una prestación no contributiva y su duración se mantiene mientras persista la vulnerabilidad económica y se sigan cumpliendo los requisitos.