El abono único anunciado por Sánchez es un engaño, y basta con leer entre líneas lo dicho por él. Lo presenta para toda España, pero no estará disponible para Canarias y Baleares, ya que no existe transporte público estatal en estas dos comunidades. Además, señala que beneficiará a 2 millones de españoles, lo cual no está mal, un 4 por ciento, considerando que somos más de 49 millones de habitantes. Por si fuera poco, nace de espaldas a las Comunidad Autónomas y los ayuntamientos, que son quienes tienen las competencias, pero se espera que se sumen en el futuro. Lo que habrá que ver es cuál será la triquiñuela para que las administraciones locales acepten, tal vez condicionando el dinero a las bonificaciones actuales para que se unan al abono único. También está por ver en qué beneficiará a un vecino de Soria, Cuenca o Zamora el tener que pagar 60 euros para poder subirse a los cercanías, metros y tranvías, cuando no los tienen. Parece más bien que la medida busca contrarrestar a Madrid y su consorcio de Transportes cuyo abono joven es incluso más económico que el abono único anunciado. Luis Martos Díaz. Madrid La alternancia política entre izquierda y derecha ha derivado, con el paso del tiempo, en un sistema partitocrático que antepone los intereses de los partidos al bien común. La constante sustitución de equipos y políticas genera ineficiencia, incrementa el gasto público y profundiza la desconexión entre las instituciones y una ciudadanía que acaba asumiendo un elevado coste económico y social derivado de esta dinámica. Este modelo ha acabado erosionando la confianza en la política como instrumento de servicio público. Por ello, resulta imprescindible recuperar una ética sólida que devuelva sentido y credibilidad a la acción política. En este contexto, el estoicismo emerge como una referencia valiosa. Valores como la austeridad, el sentido del deber, el autocontrol y la moderación ofrecen un marco ético capaz de transformar la política en un ejercicio de responsabilidad y no en un medio de promoción personal. La serenidad y la primacía del deber sobre el interés individual permitirían reconstruir una cultura centrada en la comunidad. No es casual que, tras periodos de crisis y decadencia, el estoicismo haya influido en algunos de los momentos de mayor estabilidad y esplendor del Imperio Romano. Aquella ética del deber y del servicio contribuyó a reforzar las instituciones. Hoy, en un contexto diferente pero igualmente marcado por el desencanto, recuperar esos principios dependerá de una voluntad colectiva firme. El estoicismo emerge como filosofía indispensable y probada para repensar la política y avanzar hacia un sistema más austero, responsable y verdaderamente orientado al bien común. Martí Gassiot. Barcelona