Los incendios forestales en Galicia han cambiado para siempre. La comunidad ha pasado de registrar miles de pequeños fuegos a enfrentarse a un nuevo paradigma: incendios menos numerosos, pero mucho más virulentos, extensos y peligrosos, que suponen una amenaza directa para la población. Así lo han confirmado varios expertos en un debate sobre la gestión del monte, entre ellos Manuel Rodríguez, director xeral de Defensa do Monte; Félix Pérez de la Fuente, presidente de Aprafoga, la asociación profesional de agentes forestales; Aurelio Mosteiro, coordinador de la Unidade de Investigación de Incendios Forestais (UIFO); y Luisa Piñeiro, directora-xerente de Seaga, la empresa pública de Servizos Agrarios Galegos. Según ha explicado Manuel Rodríguez, el modelo tradicional de incendios en Galicia, caracterizado por un alto número de fuegos (más de 11.000 en los peores años) pero de superficie reducida, ha dado paso a fenómenos extremos. Rodríguez ha señalado que 2022 marcó un punto de inflexión con los fuegos de O Courel y Valdeorras, donde un solo incendio pudo devorar más de 13.000 hectáreas y obligó a evacuar más de 90 aldeas. Este cambio obliga a repensar las estrategias de lucha contra el fuego. "Tenemos que aprender a trabajar de otra forma", ha afirmado Félix Pérez de la Fuente, quien ha subrayado que ya no basta con un ataque rápido. Los nuevos incendios, que pueden durar más de una semana, exigen mucha organización y análisis para encontrar "zonas y ventanas de oportunidad" donde poder combatirlos con seguridad. A pesar de la dureza, ha defendido que "el dispositivo estuvo a la altura, un orgullo pertenecer a él". El trabajo en estos grandes incendios forestales es "muy frustrante", ha reconocido Pérez de la Fuente, porque "muchas veces nos sobrepasa". Esta sensación de impotencia en el cuerpo a cuerpo con las llamas se resume en una de sus frases: "Por desgracia, es una batalla que casi siempre se pierde". Pese a ello, ha insistido en la necesidad de anticiparse a la evolución del incendio para posicionar los equipos en zonas seguras y eficaces. Detrás de la mayoría de los fuegos sigue estando la mano del hombre. Aurelio Mosteiro ha confirmado que la intencionalidad es el "problema más grave" en Galicia, superando de media el 60% de las causas, con picos de hasta el 70%. La Unidade de Investigación de Incendios Forestais (UIFO) trabaja para identificar y detener a los responsables mediante el análisis de patrones de actividad incendiaria y la investigación de cada fuego desde su punto de inicio. La investigación es "muy complicada", ha admitido Mosteiro, pero las nuevas tecnologías se han vuelto cruciales. Una red de cámaras de vigilancia facilita la detección rápida del origen, mientras que los drones reconstruyen la geometría del fuego. Además, los helicópteros de extinción ya emiten imágenes en directo que ayudan a conservar evidencias y los agentes disponen de aplicaciones móviles con cartografía detallada para coordinarse en tiempo real. En el ámbito de la prevención, la Xunta duplicará la inversión. Luisa Piñeiro ha anunciado que el presupuesto del convenio de gestión de biomasa pasará de 12,5 a 25 millones de euros en 2026. El objetivo es reforzar la limpieza de las franjas secundarias de 50 metros que rodean los núcleos de población, una medida que se ha demostrado "evidente" y eficaz para frenar el avance de las llamas hacia las casas. Esta estrategia responde a una realidad ineludible que ha expuesto Manuel Rodríguez: los incendios han dejado de ser un problema exclusivo del monte. "Lo que sucede en un monte no se queda solo en un monte", ha sentenciado. Este año, el dispositivo ha tenido que defender alrededor de 500 núcleos de población, una cifra que evidencia la transformación del fuego en una emergencia de protección civil que requiere una nueva mentalidad por parte de toda la sociedad. Una vez extinguido el fuego, comienza la labor de recuperación. Desde Seaga, como ha indicado Piñeiro, se trabaja en la reparación de infraestructuras y en la retirada de madera quemada. Sin embargo, la prioridad es evitar la pérdida de suelo por erosión, el daño más duradero. Manuel Rodríguez ha detallado que se aplica la técnica del "mulching" o acolchado de paja de forma selectiva, solo en las 250 hectáreas identificadas como más vulnerables tras un análisis científico para no causar más daños con la maquinaria.