Preguntan a una historiadora quién es el mayor corrupto de la historia de España y es contundente en su respuesta: «Dedicó su vida a hacer negocios opacos»

Mientras los informativos de las televisiones nacionales ocupan buena parte de su tiempo hablando de tramas recientes con nombres como el de Leire Díez, Koldo, José Luis Ábalos o Santos Cerdán , la historiadora Ana Velasco ha decidido tirar de archivo y de ironía para recordar que la corrupción no nació ni con los sobres en 'B' ni con los adjudicatarios bajo sospecha. En una entrevista en 'Herrera en Cope', la profesora de la Universidad Complutense y doctora en estudios sobre moda e historia contemporánea, viajó desde la Antigua Roma hasta el Madrid del Siglo XIX para coronar a la que, según ella declara, fue «la número uno de la corrupción española» : María Cristina de Borbón y Dos Sicilias, esposa de Fernando VII y madre de Isabel II. La autora de 'Moda y prensa femenina en la España del siglo XIX y de Historia de la moda en España. De la mantilla al bikini' (2021), entre otros, sostiene que la reina consorte convirtió el trono en una mezcla entre empresa familiar y fondo de inversión privado. «Fue exiliada dos veces por corrupción y robo de capitales. En 1840 salió del país con 700 estuches de joyas del patrimonio real», recordó la experta, dejando claro que lo de los bolsillos secretos y las cajas 'B' no lo inventaron los poíticos ni ministros modernos . María Cristina participó, según el relato de la historiadora, en contratos ferroviarios, explotó la lotería y cobraba comisiones de «absolutamente todo». Una 'startup' de la picaresca. Y por si aquello fuera poco, intentó incluso que uno de sus hijos se convirtiera en rey de Ecuador y se metió en negocios negreros en Cuba, «haciendo y deshaciendo como si el Caribe fuera una sucursal borbónica», ironiza Velasco. «Esa misma corrupción acabó por hundir el reinado de su hija Isabel II», sentencia la historiadora. Velasco hizo el repaso desde tiempos de jeroglíficos , cuando el rey Urukagina de Lagash (2350 a.C.) ya intentaba frenar a funcionarios que cobraban impuestos extra a los campesinos. Poco éxito tuvo. Lo mismo que el faraón Amenhotep III, que hacía la vista gorda mientras sus recaudadores desviaban tributos. Y en Roma, el gobernador Verres se quedó con el trigo de Sicilia hasta que Cicerón, con sus discursos, le dio la mayor bronca judicial de la Antigüedad.