Un gesto tan simple como un abrazo puede tener un impacto profundo en la mente. Más allá del consuelo emocional inmediato, la ciencia empieza a demostrar que el calor físico activa mecanismos cerebrales clave relacionados con la identidad, la percepción corporal y el bienestar mental. La temperatura de la piel no solo protege al organismo: también moldea la forma en que nos sentimos “dentro” de nuestro propio cuerpo.