El proyecto arqueológico Klounioq ha presentado las primeras conclusiones de su campaña de 2025, confirmando la existencia de una gran ciudad indígena anterior a la llegada de los romanos. Cerca del conocido yacimiento de Clunia, en Burgos, emerge Klounioq, un núcleo arévaco organizado, fortificado y con un notable desarrollo tecnológico que empieza ahora a desvelar sus secretos. Las excavaciones, desarrolladas durante 13 días en un valle al norte del paraje de Los Castrillos, han sacado a la luz pruebas de ataques romanos tempranos, datados entre el 75 y el 56 a.C. Entre los restos han aparecido tachuelas de calzado militar, proyectiles de piedra y una punta de flecha, confirmando las crónicas de los autores clásicos. Además, se ha localizado un antiguo camino oculto a solo 30 centímetros de profundidad y estructuras de postes que sugieren edificaciones de gran tamaño. La prospección con georradar, realizada en septiembre sobre 6.800 metros cuadrados, ha revelado uno de los hallazgos más importantes: una puerta de entrada a la ciudad. Según ha explicado Luis Valdés, arqueólogo director de las excavaciones, esta entrada estaba flanqueada por una torre cuadrada de cinco metros de lado, junto a un camino de acceso y la continuación de la muralla. Valdés destaca que este tipo de estructura es propia de grandes núcleos urbanos: "En un castro, normalmente, esto no aparece, aparece en ciudades importantes, en lo que sería el equivalente a la capital de una ciudad estado". Las investigaciones de laboratorio también arrojan luz sobre el desarrollo de Klounioq. Los análisis de arcillas realizados en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) confirman que la ciudad aprovechaba sus propios recursos para la construcción. Ana Álvaro, doctora en geología y técnico del laboratorio de arqueometría del CENIEH, explica que los resultados demuestran que "los materiales de construcción, los adobes y las cerámicas tienen un mismo origen, confirmando que los alfares aprovechaban los recursos de la zona". Este hecho evidencia el uso de técnicas avanzadas, como adobes cocidos a alta temperatura, para aumentar su resistencia. Estos descubrimientos refuerzan la idea de que la Clunia romana no nació de la nada, sino que tuvo su germen en Klounioq, una gran ciudad arévaca con más de 80 hectáreas intramuros en un enclave estratégico. Luis Valdés subraya la importancia de entender este vínculo: "Con la investigación que se está realizando desde el 2014, podemos decir que el origen de Clunia no puede ser entendido si antes no entendemos cuál es el sustrato sobre el que va a llegar la romanización". El equipo considera que el binomio Klounioq-Clunia tiene un gran potencial como foco de atracción cultural y turística que narra más de ocho siglos de historia.