El reto personal de Ferrero: aquel Alcaraz de 12 años

Esta relación que termina entre Carlos Alcaraz y Juan Carlos Ferrero comenzó cuando el murciano tenía unos 12 años. Se entrenaba en El Palmar, en esa pista 7 de tierra batida que le encantaba y en la que empezó a destacar. Fue Carlos Santos quien comenzó a pulir al chaval, también Kiko Navarro . Con ambos viajaba de torneo en torneo, en tren, de madrugada, a hostales que no siempre eran del agrado del tenista, pero en los que construía su trayectoria. «Dentro de la pista no había ningún problema. Era un encanto en todos los sentidos. Fuera… Lo que más me costó fue el tema de la organización: que se trajera agua, que se ordenara la mochila, que se pusiera bien las empuñaduras, era muy despistado con la hora», recordaba Navarro a este periódico. También le costó encontrar rivales de su altura conforme crecía el de El Palmar. Y aparece en escena Albert Molina , representante en España de la empresa IMG (llevó al principio a Rafael Nadal, y a David Ferrer). Vio a un chaval tan lleno de recursos que no sabía ni cuál elegir; habló con la familia para ayudar en el empujón, y también con sus jefes, que no estaban convencidos de apostar por el murciano. Pero Molina convenció a todos, también a Ferrero, para que fuera a echarle un vistazo. «Lo vi por primera vez con 12 o 13 años. Vino a la academia y entrenamos un día; era muy pequeño pero se veía que todo el mundo hablaba de él. Tenía todo lo que tiene ahora, pero en pequeño», explicaba Ferrero sobre esa primera vez. Se consolida el nexo un poco más tarde. «Cuando Carlos tenía 15 años, vi que necesitaba un entrenador top; el mejor en estos niveles era Ferrero», decía Molina a la ATP sobre este momento crucial en la vida de ambos. «Cuando llegó a la academia tenía 15 años, estaba delgado como un espagueti . Nos dimos cuenta de que tenía brazos muy rápidos, piernas muy rápidas, pero no tenía músculos, ni en la espalda ni en las piernas. Pero, obviamente, notamos algo especial en él«, prosigue el técnico. El valenciano, que acababa de concluir una etapa complicada con Alexander Zverev, tenía encima de la mesa otras ofertas de tenistas consolidados. Tsitsipas, Thiem . Pero apuesta de forma personal por Alcaraz. No era modificar o mejorar algunos aspectos en un tenista adulto, sino ayudar a construir a un campeón desde cero . El trato humano, las ilusiones del chaval y las expectativas tan altas inclinaron la balanza para afrontar el reto. Y salió cara, hasta ahora.