Ese asentamiento chabolista del que usted me habla

Hará cosa de un mes, en uno de mis paseos diarios me topé con un asentamiento chabolista. Este no era el de enfrente del Carrefour Zahira, ni el del camino del molino de Lope García, ni tampoco el surgido a pocos metros del puente romano de Pedroches —vandalizado con pintadas y prácticamente oculto entre la maleza—. No estaba habitado por migrantes cuya subsistencia depende de lo que encuentran en los contenedores de basura, ni tampoco se localizaba en uno de esos parajes dejados de la mano de Dios y de nuestros munícipes, sino en pleno corazón del centro urbano. Aun así, el asunto no sería tan deplorable si no fuera por un pequeño detalle, y es que este asentamiento les roba cada año por estas fechas a nuestros mayores y no tan mayores un espacio valioso para bajar calorías, a los jóvenes y menos jóvenes un lugar de encuentro y descanso, a los viajeros una llegada o salida amable desde las estaciones de tren y de autobús. Aunque el lugar se llama oficialmente Paseo de Córdoba, los cordobeses lo llaman con todo acierto Paseo del Colesterol . Pero, claro, llegan las navidades XXL —que cualquier año de estos comenzarán en septiembre— y como alguien decide en el Ayuntamiento que ni el colesterol ni el espacio público son importantes, y sí lo es que nuestra ciudad no sea la Cenicienta de las ciudades convertidas en parques temáticos, tal como dictan las normas del capitalismo fashion , a los peatones, a los ciudadanos, les toca fastidiarse porque sí. Y no es ninguna minucia. Estoy hablando, porque me he parado a medirlo en el mapa, de un asentamiento chabolista de 1,8 hectáreas, ahí es nada, pues la concesión se ha venido arriba y en esta edición se han ventilado —con buenas vallas, para que no se vea desde fuera— los jardines del presidente Adolfo Suárez, con un invento llamado paseo de las mariposas (3 euros). También se ha extendido a las proximidades del hotel Córdoba Center con un belén (3 euros), al margen del módico precio de 10 o 15 euros por niño según el día, 4 por adultos, para acceder al Chiquilandia. Permanecerá abierto desde el 22 de noviembre al 7 de enero, pero si incluimos todas las jornadas para el montaje y el desmontaje, el resultado es que dos de los doce meses del año este espacio público se privatiza para generar beneficios con el pretexto de la ilusión de los peques. Resulta admirable el arte que tiene esta ciudad para destrozar sus mayores logros. El Plan Renfe, que fue una conquista histórica de la ciudad, parece haberse convertido en un pretexto para hacer negocio, y lo que con tanto esfuerzo debería servir para liberar terrenos y entregarlos al disfrute de sus ciudadanos se convierte cíclicamente en un tapón urbano. El Plan Especial del Río Guadalquivir, que permitió recuperar sus orillas y una zona monumental reconocida por la UNESCO, eliminar barreras en suma, ha devenido en una barrera vegetal por la imperdonable desidia de las administraciones y un concepto perverso de cierto sector ecologista que se niega a ver lo que es evidente: que el río prácticamente no puede verse . Cuarenta años después volvemos a la casilla de salida. Y un último ejemplo lo tenemos en los jardines de la Victoria, aquel logro de la burguesía dieciochesca que costó sangre, sudor y lagrimas conquistar, la misma sangre, sudor y lágrimas que costó sacar de allí la feria de la Salud para llevársela en 1994 al Arenal. ¿Para qué tanto esfuerzo? Seamos honestos: el nombre de jardines de la Victoria debería desaparecer mientras buena parte de su superficie esté ocupada por ese asentamiento chabolista, este sí permanente, llamado Mercado Victoria. La liviana caseta del Círculo de la Amistad, erigida en 1877 como exponente de la arquitectura de hierro, a la que Castiñeira añadió en 1918 un cuerpo de obra neomudéjar, está hoy día sepultada bajo añadidos de pésimo gusto que han colonizado los jardines, amén de las macroterrazas amuebladas, como si de un palacio barroco se tratara, que envuelven el conjunto y no dejan de robar cientos y cientos de metros cuadrados a sus legítimos propietarios, la ciudadanía: en concreto unos 3.500 m2. Regresando al punto de partida, no quiero que los peques se enfaden conmigo y me acusen de pretender dejarlos sin diversión navideña XXL, y además quiero suponer que muchos lectores ya habrán pensado lo que voy a proponer. ¿No tenemos un recinto ferial? Sí, lo tenemos. ¿Coinciden las fechas de las navidades XXL con la feria de la Salud? Respuesta: no, en absoluto. En ese caso, ¿por qué razón el empeño del promotor y del gobierno municipal en formar ese tapón en un valioso y valorado espacio para pasear, si disponemos de una superficie de 13,5 hectáreas entre el río y el estadio del blablablá Arcángel? Y que no nos vengan con que ubican el parque de atracciones en el paseo de Córdoba para favorecer al comercio local. ¿Hay comercio en su entorno? Pues eso mismo.