Para los mayores de cincuenta se llamaba Braulio. Para los menores, Felipe. Da lo mismo uno que otro porque los dos fueron la misma cosa, la misma persona. En la plaza del Duque de Pastrana , Felipe tenía un puesto verde, pequeño, casi como si fuera una prolongación de su cuerpo. Él era gordo, tanto, que la cara se desdibujaba en una especie de grito mudo que le daba un aspecto monstruoso. Tenía una papada en la que podías perderte. Unos brazos que no podían despegarse de su cuerpo y la respiración resentida por un pasado y presente a bocanadas de humo. Parecía que roncaba despierto. Siempre llevaba una chupa de cuero que no se quitaba ni dentro del puesto.... Ver Más