No sé si nos hacemos los ingenuos o realmente somos tan ignorantes como para vivir ajenos al mundo que nosotros mismos hemos creado. ¿De verdad creemos que los jóvenes no tienen interés en la política? A lo mejor nos interesa creerlo para no levantar la cabeza y dejar de mirarnos el ombligo, en esa postura que nos permite no ver y, sobre todo, no sentirnos culpables. Pero a los jóvenes sí les interesa la política, lo que no les interesa son los políticos. Por eso pierden la noción del tiempo tecleando en las redes en busca de cualquier insustancial que no promete nada más que fiesta continua o se hace dueño del discurso del odio. Es lo que escuchan desde pequeños: todos son iguales, el poder corrompe, la derecha es mala, pero la izquierda es peor o al contrario, y el centro no existe, por eso lo mejor es alejarse hacia los extremos, ser ultra, estirar la goma hasta que esta se rompa y nos haga daño. Si abren un periódico, los titulares escupen bilis sobre uno u otro, si ven los informativos, las cámaras les muestran el rostro de la desfachatez y la corrupción en todos los bandos. Las redes están llenas de salidas de tono, bromas burdas y golpes de efecto de quienes deberían no solo respetar a los oponentes, sino también la lengua que hablan. Dice muy poco de quienes patean en el hemiciclo esa actitud bárbara y chulesca del y tú más con que se contesta o se toma la palabra.