El voto joven, la incógnita clave del 21-D en Extremadura: entre la fuga, la precariedad y el desencanto

El próximo 21 de diciembre, 26.695 jóvenes extremeños votarán por primera vez en unas elecciones autonómicas que miran de frente a una generación marcada por la falta de oportunidades y la incertidumbre sobre su futuro. Un electorado joven que se estrena en las urnas en un contexto que explica, en parte, su desafección política. Según el Consejo de la Juventud de Extremadura, en la región hay alrededor de 150.000 jóvenes de entre 16 y 19 años, un segmento clave en campaña y al que las encuestas sitúan como especialmente volátil, con Vox como la fuerza que más respaldo concentra entre los votantes jóvenes. En 2023, último año con datos disponibles, 1.433 jóvenes abandonaron Extremadura rumbo a otras comunidades autónomas, la peor cifra de toda la España peninsular. Una sangría que empuja a muchos a replantearse su proyecto de vida. Iván, de 23 años y estudiante de Programación, lo resume con crudeza: “La probabilidad de encontrar trabajo es prácticamente nula si no tienes a nadie que te enchufe. Es la pescadilla que se muerde la cola”. La mayoría de quienes se marchan lo hacen hacia Madrid; otros reparten su destino entre distintos puntos de España y Portugal. Para muchos, la auténtica rebeldía no es irse, sino poder quedarse. El acceso a la vivienda es otro de los grandes frenos. La tasa de emancipación juvenil en Extremadura se sitúa en el 13,1%, una de las más bajas del país, mientras que alquilar una vivienda en solitario obliga a destinar más de la mitad del salario mensual. Lucía, de 23 años y dependienta, señala directamente ese problema: independizarse “es casi imposible” con los sueldos actuales. José, de 25 años y trabajador de la construcción, añade que la falta de estabilidad laboral dificulta incluso pensar en hipotecas o préstamos. “Sin contratos estables, no hay futuro”, resume. El salario medio anual de los jóvenes extremeños ronda los 11.500 euros, una cifra que explica por qué casi la mitad de los jóvenes se plantea abandonar la región por la falta de expectativas de futuro, según datos del INJUVE basados en el INE. Alba, educadora social de 25 años y actualmente en paro, pone el foco en la falta de oportunidades: la oposición se convierte, dice, en “casi la única salida” para lograr estabilidad. Una percepción que convive con una comunidad que supera los 97.000 empleados públicos. No todo es empleo y vivienda. Nuria, de 19 años y estudiante de Educación Infantil, apunta a otro elemento clave: “Faltan opciones de ocio. Más sitios donde pasar el tiempo con amigos, como festivales”. Una carencia que también influye en el vínculo emocional con el territorio y, por extensión, en la forma de votar. Con este escenario, el voto joven se consolida como una de las grandes incógnitas del 21-D en Extremadura. Una generación que se incorpora al sistema político autonómico con más dudas que certezas y cuyo comportamiento en las urnas puede resultar determinante para el resultado final.