Europa da marcha atrás en la lucha climática

Esta semana marca un punto de inflexión inquietante para la política climática europea. En pocos días, la Unión Europea ha dado dos pasos atrás que debilitan seriamente su acción frente al cambio climático. Por un lado, ha reducido la ambición del Reglamento sobre productos libres de deforestación. Por otro lado, ha propuesto rebajar los estándares de emisiones de CO₂ para coches y furgonetas. Dos decisiones que afectan directamente a pilares esenciales de la estrategia climática como son la protección de los sumideros naturales de carbono y la reducción de emisiones en el transporte por carretera, principal fuente de emisiones dentro del sector del transporte. Este doble retroceso no es casual ni técnico. Responde a una elección política consciente, impulsada por una mayoría conservadora y de extrema derecha que ha decidido rebajar la ambición climática europea y sustituir la regulación ambiental por concesiones a corto plazo. Una decisión que tendrá consecuencias negativas no solo para el clima y la biodiversidad, sino también para la industria, la credibilidad institucional y el modelo de futuro que Europa dice defender. Durante el primer mandato de Ursula von der Leyen, el Pacto Verde Europeo supuso un cambio histórico. La política climática pasó a ocupar el centro del proyecto europeo, integrando la reducción de emisiones, la protección de la naturaleza, la transformación industrial y la mejora de la salud pública en una misma visión. Esa apuesta convirtió a la Unión Europea en referente internacional y ofreció a empresas, trabajadores e inversores un marco claro, estable y previsible. Hoy, ese marco empieza a resquebrajarse. La revisión del reglamento que fija los estándares de CO₂ para coches y furgonetas, con la flexibilización del objetivo de electrificación total en 2035 y del fin del motor de combustión, no puede presentarse como un simple ajuste técnico. Es un mensaje político que introduce incertidumbre donde antes había certezas. En nombre de la competitividad, se reabre una legislación aprobada hace apenas dos años, se multiplican las excepciones y se debilita la señal que debía impulsar la inversión en electromovilidad. La idea de que rebajar estándares hará más fuerte a la industria europea es tan seductora como errónea. La experiencia reciente demuestra exactamente lo contrario. La competitividad no se construye bajando el listón ambiental, sino liderando la innovación. Mientras China acelera su apuesta por el vehículo eléctrico, las baterías y las cadenas de valor del futuro, Europa empieza a dudar. Introducir flexibilidades como los supercréditos o mantener abiertas las puertas a combustibles sintéticos y biocombustibles para el transporte ligero no es una estrategia industrial coherente, sino una forma de aplazar decisiones inevitables. Estas tecnologías son tecnologías caras, limitadas y con un impacto climático reducido, que deberían reservarse para sectores donde no existen alternativas reales, no para prolongar artificialmente el motor de combustión. A este retroceso se suma además el debilitamiento del Reglamento Euro 7, que regula la homologación de los vehículos. No ha pasado tanto tiempo desde el escándalo del Dieselgate, cuando se demostró que millones de coches contaminaban muy por encima de...