León XIV aprueba la beatificación de Ignacio Aláez y diez compañeros seminaristas de Madrid, mártires de la persecución religiosa del siglo XX

El Papa León XIV ha aprobado la beatificación de Ignacio Aláez Vaquero y diez compañeros seminaristas y familiares de Madrid que perdieron la vida durante la persecución religiosa en la década de los años treinta en España. En concreto los próximos beatos son nueve seminaristas; un sacerdote, tío de uno de ellos, y un laico, padre de otro. El día que estalla la Guerra Civil, el 18 de julio de 1936, se celebraba en el Seminario Conciliar de Madrid un retiro para los seminaristas. La actividad formativa normal había sido suspendida por las circunstancias y la mayoría se había ido a sus casas de vacaciones. Predicaba el retiro el párroco de San Sebastián, de Carabanchel Bajo, Hermógenes Vicente, que también iba a ser mártir. Le acompañaban el rector, Rafael García Tuñón; el director espiritual del Seminario, José María García Lahiguera; y el director espiritual del seminario menor, Hermenegildo López. Mientras están comiendo, un grupo de milicianos armados asaltan el edificio. El portero avisa a los ejercitantes, quienes acuden a la capilla para consumir las sagradas formas y, vestidos de paisano, huyen por la puerta de la huerta. A partir de entonces, los 215 jóvenes seminaristas sufrirán a su manera la persecución y el martirio. Quedan unidos al seminario tan solo por los archivos en los que constan sus expedientes con sus direcciones, que son utilizados para localizarlos y darles muerte. El seminario queda clausurado y en sus instalaciones se instala una checa y después una cárcel. La mayoría de los mártires de esta causa mueren entre septiembre y noviembre de 1936. La causa de Ignacio Aláez y compañeros se abrió en 2010 y su instrucción ha durado quince años. En ella se incluyen, además de Ignacio Alález Vaquero, a Ángel Trapero Sánchez-Real, Antonio Moralejo Fernández-Shaw, Cástor Zarco García, Jesús Sánchez Fernández-Yáñez, Miguel Talavera Sevilla, Pablo Chomón Pardo, Mariano Arrizabalaga Español, Ramón Ruiz Pérez, Julio Pardo Pernía y Liberato Moralejo Juan. Para el delegado episcopal de las Causas de los Santos, Alberto Fernández, la beatificación de estos siervos de Dios es un “motivo para agradecer nuestra historia; Madrid es una diócesis especialmente bendecida con muchas historias de santidad”, además de ser una bendición para el seminario. “A los seminaristas no solo nos preparan para ser sacerdotes, sino para dar testimonio de Jesús y a entregar la vida en el día a día, a cada uno como nos pide el Señor”. Alberto Fernández sostiene que este reconocimiento es un “testimonio bonito para la pastoral juvenil”, ya que las vidas de los jóvenes seminaristas muestran, a juicio del delegado de las Causas de los Santos, “qué ideal tenían, nos enseñan a apuntar alto” y son reflejo de aquello que el Papa León XIV dijo a los peregrinos del Jubileo de los Jóvenes: “Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos”. De los testimonios recabados en la causa, Fernández subraya la “conciencia grande perdón” que hay en las familias de los mártires, “el perdón a los verdugos, el rezar por su conversión” o la ausencia de “deseo de venganza…”.