Tengo para mí que nuestra Constitución de 1978 está triunfando en estos días. Es nuestra Constitución la que está permitiendo que aflore lo que una dictadura habría tapado. Ayer se debatió en la Comisión de Educación del Congreso una propuesta del PP de llevar a las aulas de la ESO una asignatura sobre la Constitución para que los alumnos conozcan sus derechos. Los jóvenes españoles deberían tenerlo claro, al igual que deberían saber que los programas Erasmus, que tanto valoran, son fruto de nuestra Constitución, que cede competencias a la Unión Europea. Los jóvenes españoles deben saber también que los periodistas están protegidos por nuestra Constitución, pues sin una prensa libre no es posible la democracia. Este blindaje se ha reafirmado con rotundidad en la reciente sentencia del Tribunal Supremo del 9 de diciembre de 2025, sobre el caso fiscal general. Y es precisamente ese blindaje el que ha permitido que se informara sobre conductas que una dictadura habría ocultado a sus ciudadanos. Una dictadura habría impedido que los periodistas nos contaran lo que nos han contado. Los jóvenes deben ser conscientes de ello, así como de que existen partidos políticos que rechazan a los periodistas. En fin, los jóvenes españoles han nacido y crecido bajo el amparo de la Constitución. Una Constitución que los ha cuidado en la enfermedad, que les ha proporcionado unas instalaciones deportivas de primer nivel, con árbitros federados y ligas que son la envidia de otros países, a pesar de una minoría de padres que pierden el control los sábados por la mañana. Unos jóvenes españoles que han disfrutado (y disfrutan) de la compañía de sus abuelos durante muchos más años que otras generaciones, gracias a que la Constitución los protege y privilegia, como debe ser. Por cierto, los jóvenes españoles también deben saber que la Constitución se adelantó a su tiempo, pues ya en 1978 contempló lo esencial sobre la protección del medio ambiente y la necesidad de salvaguardar todo lo relacionado con las tecnologías informáticas. José Luis Gardón. Madrid Vivimos en tiempos donde la moneda más valiosa no es el euro ni el bitcoin, sino la atención. Como profesor, durante las clases, veo una lucha desigual: jóvenes mentes intentando concentrarse en ideas profundas frente a una tecnología diseñada para distraerlas. No es que no quieran aprender, es que luchan contra un sistema de notificaciones que no les deja detenerse. La lectura tranquila, el debate cara a cara, o incluso el aburrimiento creativo, se han vuelto casi subversivos. Como docente, mi labor ya no solo es transmitir conocimientos, sino crear espacios de desconexión consciente, donde recuperar el control sobre nuestra atención. Enseñar a pensar exige, primero, enseñar a detenerse. Si no ayudamos a los jóvenes a rescatar su mente del ruido digital, será difícil que construyan su futuro. Juan Enciso Pizarro. Barcelona