Ventilar la casa en invierno: cuándo y cómo hacerlo para mantener un ambiente saludable

Durante los meses más fríos, cuando pasamos más tiempo en casa y usamos más la calefacción, es fácil olvidar una práctica básica pero esencial: ventilar la casa de forma adecuada. Aunque abrir ventanas en pleno invierno puede parecer contraintuitivo, hacerlo de manera correcta puede mejorar significativamente la calidad del aire interior sin desperdiciar energía. La clave está en saber cuándo y cómo ventilar para obtener los beneficios sin perder demasiado calor. La principal razón por la que es importante ventilar incluso en pleno invierno es que el aire interior tiende a acumular dióxido de carbono, humedad y partículas contaminantes. Pasar muchas horas en espacios cerrados, especialmente durante reuniones familiares o periodos donde varias personas comparten la misma estancia, provoca una mayor concentración de contaminantes. Una práctica muy recomendable es ventilar a primera hora de la mañana, justo después de levantarse. Durante la noche, la respiración de quienes duermen genera un aumento de dióxido de carbono y humedad en el aire. Abrir las ventanas apenas te levantas permite que ese aire cargado se renueve con aire fresco exterior antes de encender la calefacción y comenzar el día con un ambiente interior más limpio. La duración también importa. Los expertos en climatización recomiendan abrir las ventanas durante unos 5 a 10 minutos, en lugar de dejar una ventana entreabierta durante largos periodos. Esta técnica, a veces llamada ventilación de choque, permite que el intercambio de aire se produzca rápidamente sin enfriar en exceso las superficies del hogar, como las paredes o los muebles, que tardan más en calentarse nuevamente. Además del momento de la mañana, es aconsejable ventilar después de actividades que generan humedad, como cocinar o ducharse. Estas acciones aumentan la concentración de vapor de agua en el aire interior, lo que puede provocar condensación en ventanas y paredes y aumentar el riesgo de aparición de moho. Un breve periodo de ventilación tras estas actividades contribuye a expulsar esa humedad y a refrescar el ambiente. Otro buen momento para ventilar es cuando el sol está más presente y las temperaturas exteriores aunque frías, pueden ser un poco más altas, como al mediodía o primeras horas de la tarde. Aprovechar estos instantes para hacer una breve ventilación mejora el intercambio de aire sin que la diferencia térmica sea tan brusca como durante la madrugada. La forma en que se ventila también influye en la eficacia. La ventilación cruzada —abrir ventanas o puertas en lados opuestos de la casa— crea corrientes de aire que ayudan a renovar rápidamente el ambiente. Esto se consigue en menor tiempo que abrir solo una ventana, haciendo que el proceso sea eficiente incluso durante apenas unos minutos. Aunque ventilar en invierno pueda asociarse a la pérdida de calor, hacerlo de forma rápida y estratégica evita enfriar demasiado el hogar. Tras un periodo breve de ventilación, cerrar las ventanas y permitir que la calefacción deje que el ambiente vuelva a la temperatura prevista no solo retiene el confort, sino que también puede mantener una buena calidad del aire interior a lo largo del día. Una ventilación adecuada ayuda a reducir la humedad en el interior, eliminar olores y minimizar la acumulación de partículas y gases como el dióxido de carbono, que pueden afectar al bienestar y la concentración de quienes viven en la casa. Por lo tanto, convertir estos periodos de ventilación en un hábito diario, especialmente en días fríos, puede marcar una gran diferencia en la salud y la comodidad del hogar. Ventilar la casa en invierno no significa comprometer el confort térmico, sino hacerlo de forma inteligente: abrir por pocos minutos, en momentos clave como al despertar o después de generar vapor, y favorecer el flujo de aire. Así se logra un ambiente interior más saludable sin perder calor de manera innecesaria.