Hay muertes que no hacen ruido y, sin embargo, dejan un silencio inmenso. La de Salvador Puig Fuentes es, sin duda, una de ellas. Crevillent despierta hoy un poco más huérfana, consciente de que se ha apagado una de esas voces que no gritaban, pero que explicaban; que no imponían, pero enseñaban; que no buscaban aplauso, sino memoria. Pero no sólo Crevillent; también Elche, en cuyo Archivo Histórico investigó con ahínco. Y en Alicante, donde residía y también analizaba legajos provinciales.