Como acontece con tantos biopics dedicados a personas nacidas en el último siglo y medio; es decir de las que existen filmaciones de ellas, Mario Martone no se resiste a la tentación de incluir, en el tiempo de los créditos, un inserto real de la mujer que durante casi dos horas ha sido ficcionada. En esos segundos finales, se evidencia que el personaje creado por Valeria Golino, al que la emblemática actriz le da su piel, dista mucho de la sensación que transmitía la escritora Goliarda Sapienza, en cuya biografía se inspira una película que desconcierta desde el primer minuto. Ignoro si en Francia y en Italia la figura de Sapienza es un icono reconocido. Entre nosotros, hay dificultad para acceder a su libro El arte del placer y, salvo para lectoras ilustradas, de ella apenas se puede rastrear mucho en internet, al margen de algún destello lejano de los años de plomo de la Italia de los 80. La de las Brigadas Rojas y el asesinato de Aldo Moro.