Todo lo que hace o dice la reina Letizia tiene una enorme repercusión, y su último discurso no ha sido una excepción. Durante el acto de conmemoración de los 20 años de la Fundación del Español Urgente (Fundéu), la monarca pronunció unas palabras que se han hecho virales y que han sido celebradas en las redes. En su intervención, se identificó plenamente con los lingüistas y aseguró que quiere "pertenecer a vuestra tribu". La razón de esta afirmación es su preocupación por el buen uso del español. La Reina confesó que, como muchos amantes de la lengua, no puede evitar 'fruncir el ceño' ante ciertos fallos. "Os estoy mirando y creo que me gusta mucho estar aquí entre todos vosotros, porque tenéis cara de fruncir el ceño cuando leéis o escucháis en algún medio de comunicación, incluso cuando recibís algún WhatsApp con errores gramaticales", afirmó. La propia Letizia enumeró algunos de los errores que más le molestan: "una coma mal puesta, unas mayúsculas inventadas, gerundios repetitivos y sin sentido, una prosodia confusa". Este reconocimiento de su "pedrada", como ella misma la calificó, ha puesto sobre la mesa un debate sobre la calidad de la escritura en español, compartido por periodistas y expertos. El discurso de la Reina ha servido de catalizador para un análisis más profundo del estado actual del lenguaje. Periodistas como Ana Cabanillas han admitido compartir esa "pedrada" y sentir un "escalofrío" ante errores tan básicos como la coma entre sujeto y predicado, algo que en la universidad era motivo de suspenso y que, sin embargo, se ve con frecuencia en rótulos de televisión y prensa escrita. Julio Llorente, editor universitario, va más allá y conecta la mala escritura con dos problemas de fondo. "Para escribir bien, primero hay que pensar bien, y no se puede pensar bien si uno vive inmerso en un constante ruido", explica. El segundo pilar es la lectura: "Si uno no lee, es imposible que escriba bien, pero no solo por las faltas de ortografía, porque cuando uno lee, aprende la musicalidad, la melodía del idioma", sentencia. Amalia Pedrero, profesora de Lengua de la Universidad CEU San Pablo, confirma el diagnóstico desde las aulas. Califica el nivel de escritura de los españoles como "mejorable" y señala que los alumnos universitarios "escriben mal porque vienen arrastrando de mucho tiempo que no han escrito nada". Achaca esta situación a la falta de lectura, que deriva en un vocabulario reducido, y al abuso de la inteligencia artificial para tareas como escribir un simple correo electrónico. Más allá de los fallos señalados por la Reina, los especialistas han detallado una lista de los errores más frecuentes. Amalia Pedrero destaca que la acentuación "está bastante floja", con fallos clamorosos como ponerle tilde al pronombre "ti". También menciona la confusión con las mayúsculas, los "porqués" y la confusión de letras. En el plano gramatical, uno de los grandes protagonistas es el mal uso del gerundio. Pedrero habla del "gerundio del BOE", que complementa a un sustantivo de forma incorrecta ("la ley regulando" en vez de "la ley que regula"), con excepciones admitidas como "clavo ardiendo" o "agua hirviendo". Otro fallo habitual es el gerundio de posterioridad, que indica una acción posterior al verbo principal: "Ganó la liga, celebrándolo con la afición", cuando la celebración ocurrió después. El debate también ha servido para recordar que el lenguaje es una entidad dinámica. Un ejemplo es el leísmo, laísmo y loísmo. Mientras que el laísmo (usar 'la' como complemento indirecto) es incorrecto, el leísmo de persona masculino ("le vi" en lugar de "lo vi") está tan extendido que la Real Academia Española (RAE) ya lo ha admitido tanto en singular como en plural. Esta evolución obliga a los profesionales y docentes a estar en permanente actualización. Recientemente, la RAE también ha aceptado el uso del verbo incautar como transitivo ("la policía ha incautado un alijo"), cuando antes solo era correcto en su forma pronominal ("la policía se ha incautado de un alijo"). Un cambio que demuestra que, aunque la norma es importante, el uso acaba modelando el idioma.