Sou Fujimoto: arquitectura poética

Sou Fujimoto es una figura clave de la arquitectura contemporánea que ha diseñado desde viviendas particulares hasta centros comerciales, hoteles, museos, auditorios, bibliotecas, parques y complejos habitacionales. Si bien no es ampliamente conocido en México, sus obras son reconocidas internacionalmente, como el museo y biblioteca de la Universidad de Arte Musashino (2010, Tokio); el Pabellón de la Serpentine Gallery (Londres); el complejo residencial L'Arbre Blanc (Montpellier, Francia, 2019) y la Casa de la Música Húngara (Budapest, 2021). Del 2 de julio al 9 de noviembre de este 2025, el Museo de Arte Mori (Mori Art Museum) de Tokio presentó La arquitectura de Sou Fujimoto: bosque primordial del futuro. Dividida en ocho secciones, esta primera retrospectiva recapitula una trayectoria de un cuarto de siglo, desde su brillante debut en 2000, cuando obtuvo el segundo lugar en el concurso de diseño del Museo de Arte Aomori, hasta sus trabajos recientes, como el monumental Gran anillo, erigido para albergar la Expo Osaka 2025, la estructura de madera más grande del mundo, de acuerdo al Libro Guinness de los récords. Asimismo, ofreció un atisbo de la proyección del International Center Station North District Complex, un edificio conmemorativo del terremoto de 2011 en Sendai que incluirá una sala de conciertos, el cual estará listo en 2031. El centro de la pulsión narcisista que embarga hoy en día a los visitantes de los museos fueron, predeciblemente, las maquetas de esas estructuras, idóneas para la selfi. Los cinco metros de altura del anillo representan una quinta parte del original en Osaka, mientras que la impresionante representación del auditorio, está a una escala de 1:15. Esta pieza articula maderos superpuestos de composición triangular, cuyas crestas evocan las de un santuario japonés. Para trasmitir la monumentalidad, el modelo se sujetó al techo, de manera que el espectador, obligado a pasar por debajo y mirar hacia arriba, perciba el peso y la dimensión. Fujimoto, quien participó en la curaduría de su exposición, deseaba que los visitantes percibieran la espacialidad.Lejos de limitarse a los materiales de la disciplina –maquetas, bocetos, planos y fotografías de los proyectos concluidos–, el montaje aprovechó el espacio del recinto –diseñado por el especialista en museos Richard Gluckman–, y además de las instalaciones “Círculo abierto” y “Un bosque, muchos bosques” presentó audiovisuales que registran los fundamentos y principios del artífice; no solo videos con una semblanza y una entrevista, sino también animaciones para simular la circulación de las personas en las maquetas, como la de Parque Uniqlo (“Bosque animado”). En total, se exhibieron más de mil piezas, que, amén de registrar la trayectoria profesional, ofrecieron claves de la inspiración del japonés. Así, se distribuyeron, de manera aleatoria pero intencional, objetos que estimularon su sensibilidad: una esponja de baño, una piedra, una hoja, un trozo de madera, un viejo colador de hierro, un molusco e incluso unas papas. Para ratificar relaciones, por ejemplo, las onduladas rebanadas acompañaban el modelo de la Casa de la Música Húngara en Budapest. Con ello, la retrospectiva difundió los fundamentos de esta filosofía estética a un público mayor. De hecho, las instalaciones a gran escala permiten al espectador circular por sus secciones y con ello experimentar la espacialidad.Las reseñas y las crónicas, predeciblemente, retoman el “bosque” enunciado en el título. Y aun cuando ordena esta concepción y la curaduría –los nombres de cinco de las ocho secciones modulan el término–, para comprender su sentido es necesario considerar otros elementos y articularlos, como si el crítico acometiera su personal labor de nuki, la técnica japonesa de ensamblar maderos en forma horizontal y vertical sin clavos ni vigas diagonales.El eje de esta visión son las correspondencias. En línea con la concepción taoísta del universo como un sistema de fuerzas antagónicas pero complementarias, desde el principio Fujimoto planteó la vinculación entre la vivienda y el lugar en que se asienta, o entre el edificio y el paisaje. La obra se integra a la naturaleza y esta la complementa. Árboles y jardines no son decorativos, como suele ocurrir en los productos arquitectónicos más chatos, sino consustanciales a la creación. Esa condición orgánica se percibe, por ejemplo, en la Casa antes de la casa, uno de sus diseños más aclamados de esa primera etapa, en la que plasmó su idea del “futuro primitivo” –una vuelta al origen de la arquitectura, pero con las técnicas y conocimiento contemporáneos–. Los bloques –o prismas– del conjunto pueden servir de jardineras o como compartimientos habitables, con lo que se crea una suerte de continuum, a la vez que se entabla una modulación: cuando no hay bosque, la edificación es en sí misma uno, como sugería el proyecto Benetton, igualmente compuesto por cajas transparentes. La maqueta de este diseño sin realizar, con fecha de 2005, pendiente del techo –otra innovación para aprovechar el espacio a cabalidad–, lucía como un extraño florero, con sus arbolitos de utilería. Un bosque en miniatura; una naturaleza portátil, como la que proponía el proyecto para unos baños públicos en Asakusa.De concepción semejante son los Apartamentos Tokio, cuatro casitas sobre cubos de madera apiladas en frágil equilibrio, como piezas de Jenga –este principio se retoma en la visionaria Final Wooden House (2005-2006)–. El revestimiento de color blanco enfatiza la unidad del complejo. Este y otros inmuebles, como el café Taiwán, resultan ejemplares de cómo utilizar las limitaciones topográficas para articular un diálogo con el entorno.La integración no es solo con la naturaleza. Desde sus inicios, Fujimoto recurre a las escaleras como solución para unir secciones. Por ejemplo, en Atelier House, cuyas plantas de la vivienda y el taller se enlazan de este modo. El propósito es permitir el desplazamiento interno, pero asimismo forjar una suerte de red con los otros habitantes. No solo es unir secciones sino a los residentes. Circulación. En el caso del Café Taiwán, de dimensiones reducidas y enclavado en un callejón, las escaleras son otro lugar para la socialización. Al respecto, en una conferencia en Hong Kong, Fujimoto expuso que su diseño consideraba esos sitios de transición como de vinculación, tanto entre los clientes como entre estos y la ciudad.Al contemplar las figuritas antropomorfas representando el acto de subir y bajar escalones –en especial, frente a las maquetas de la Casa antes de la casa y del Café Taiwán que, por la perspectiva del observador, semejan un ensamble geométrico del que las escaleras forman parte– sentí que el artífice japonés era un discípulo insospechado de M. C. Escher, el dibujante holandés perpetrador de paradojas visuales. Y aun cuando su cosmovisión esté lejos de la de Borges, en piezas sugestivas de la espiral (la nunca construida Casa en espiral, por ejemplo) o el laberinto, instantáneamente tuve esa impresión. Volviendo a las escaleras, además de favorecer la circulación interior, sea por una casa, un edificio o un complejo –residencial o comercial–, permiten experimentar sus partes como una unidad; y a esta, como integrante de una secuencia mayor. Como en el Apartamento Tokio, en el que no solo comunican las habitaciones, las casas y los habitantes, sino que plantean una experiencia metonímica de la ciudad en sí. En la parada de autobús Nube, en el pueblo de Krumbach, Austria, dentro de una remodelación urbanística en la que participaron varios despachos de arquitectura, Fujimoto realizó una estructura con delgadas varillas de acero que semejan un bosque, en el que la escalera sirve de mirador: el pasajero puede aprovechar la espera y desde el último peldaño disfrutar del paisaje.Lamentablemente, estos diseños de realización tan delicada desafían las normas de seguridad, y por ello actualmente son más monumentos que elementos funcionales. En la estación, el municipio colocó la advertencia de que el visitante suba bajo su propio riesgo, mientras que en el situado en Tainan, si bien alberga locales de café y repostería, las escaleras devinieron más un atractivo turístico que útiles.Desde mi doble condición de bárbaro –diletante de la arquitectura y visitante por primera vez en Japón–, la obra de Fujimoto fue una revelación. Las sutiles formas de sus modelos, distribuidos tanto en plataformas como en muros y del techo, sugieren, sí, un bosque, por el abigarramiento, pero también condensaciones atmosféricas. El color blanco de las superficies, matizado apenas por el artificioso follaje, en tonos de un verde otoñal, casi ámbar –casi luz–, contribuye a esa percepción (el nombre de algunas de sus obras: “Nube”, la denominación del proyecto en curso de Beton Hala como “nube flotante” es revelador). Hay muchísimos objetos, pero en vez de una sensación abrumadora, propician una de amplitud, de horizonte. Éxtasis. Impresión que corrobora la última sección, “Bosque futuro, bosque primordial –Ciudad Resonante 2025”. Creada con el científico informático Miyata Hiroaki, esta propuesta futurista plantea una urbe aérea integrada por esferas que albergarían hospitales, escuelas, bibliotecas, además de viviendas, en las que todas dependerían de las otras. Devoto como soy de los árboles, me conmueve esta poética arbórea que retoma el funcionamiento del bosque como una comunidad en la que sus miembros –árboles, plantas, hongos– se ayudan mutuamente para asegurar la vida. “De niño me pasaba los días jugando en los bosques”, refirió Fujimoto en una entrevista. A la vez nostálgico y visionario, sus propuestas sugieren una arcadia urbana; un “templo de pilares vivientes” (Baudelaire). No únicamente las edificaciones, sino la ciudad misma, conforman una totalidad, aunque no haya un centro, pues al modo de la esfera de Pascal, en la versión de Borges, este se despliega conforme al espectador. No es otra la función de la arquitectura, como él mismo se ha ocupado de enfatizar: forjar “relaciones entre las personas, entre las personas y la naturaleza, y entre la arquitectura y el entorno”.AQ / MCB