Esta semana sigo recorriendo los mercadillos navideños de Hamburgo, aún abrigada bajo varias capas y con la nariz roja por el frío. Pero basta con acercarse al primer puesto de comida para que el aire se caliente de repente, perfumado con humo, pan recién tostado y ese aroma inconfundible a salchicha chisporroteando. Aquí, las salchichas son más que un simple tentempié: son símbolo de identidad regional, tradición centenaria y, sobre todo, puro confort invernal servido en papel de estraza. Y aunque a primera vista parezcan todas iguales, hay un universo entero por descubrir entre una Bratwurst, una Currywurst o una Weisswurst.