El sector del aceite de oliva parece no tener techo. Crecen las producciones, y no sólo al albur de lo que dicte el siempre imprevisible cielo. Cada vez son más las plantaciones que aplican técnicas de agricultura moderna, muy tecnificada, capaces de multiplicar las cosechas usando el mismo espacio. A los mercados les ocurre lo mismo: siguen creciendo en el exterior, como demuestran las cifras de exportaciones, mientras que en el interior los consumidores han demostrado una fidelidad al aceite de oliva que pocos vaticinaban. ¿Hasta dónde se puede seguir creciendo? ¿Hay un límite? Y por otro lado, ¿qué pasa con los olivares tradicionales, muchos de ellos con variedades autóctonas, que no pueden adaptarse a la última revolución agrícola? ¿No hay riesgo en poner todos los huevos en la misma cesta?