«Para muchos de nosotros, perder la visión ha sido como entrar en una cueva profunda: un lugar de oscuridad, miedo y suelo irregular. Lo más duro de esa cueva no es no ver; es el miedo a ser una carga para quien nos lleva de la mano. Y ahí es donde entran ustedes. Teniendo la posibilidad de correr hacia la luz y avanzar sin obstáculos, ustedes deciden quedarse. Deciden frenar su paso, curar nuestras heridas y prestarnos sus ojos. Por eso, necesitan saber qué son realmente para nosotros. Son nuestras estrellas de día. Las estrellas siempre están en el cielo, pero la luz del sol las hace invisibles para la mayoría. Solo en la oscuridad profunda es posible ver su verdadero brillo. Nuestra oscuridad nos ha regalado el privilegio de ver la inmensa luz que ustedes desprenden. Gracias por ser la guía que brilla cuando todo lo demás se apaga».