Perder una pierna, o incluso las dos, no garantiza automáticamente el acceso a una incapacidad permanente en España. Por duro que resulte, hay casos en los que una persona cumple con el grado de discapacidad necesario y, aun así, la Seguridad Social deniega la pensión. Y no solo eso: en determinados supuestos, la decisión puede suponer una pérdida económica muy importante a largo plazo.