Desde hace más de cuatro décadas, la puerta de esta peluquería de la avenida de Portugal se abre y se cierra al ritmo de una costumbre que parece inalterable: entrar, esperar y cortarse el pelo. Sin reservas, sin aplicaciones, sin prisas digitales. Detrás del sillón, casi siempre, está Jorge Barrantes, de 57 años, 41 de ellos dedicados al oficio que aprendió siendo apenas un adolescente. Se trata de la Peluquería Abdón.