Cada año, aproximadamente 2.500 migrantes llegan a La Rioja, unas cifras que se mantienen estables según el estudio 'Migración en España'. En una comunidad que supera los 328.000 habitantes, de los cuales 49.000 son extranjeros, la integración es un desafío constante. De hecho, dos de cada tres nuevas personas que se asentaron en la región durante el último año provienen de otros países, principalmente de Marruecos o Colombia. En este contexto, la asociación Rioja Acoge trabaja desde 1991 para tender puentes y facilitar la adaptación de quienes buscan un nuevo comienzo. La entidad, que cuenta con 20 técnicos especializados y casi 50 voluntarios, realiza más de 8.000 intervenciones anuales. Su presidenta, Pilar Martínez, explica que la ayuda es muy variada: "Tenemos programas que cuidan la orientación con la administración, por ejemplo, de trámites burocráticos, pero también damos clases de castellano, porque es una forma importantísima para integrarse". La asociación también gestiona programas de protección internacional y contra la discriminación, ofreciendo una puerta abierta a cualquiera que necesite orientación. Uno de los mayores obstáculos para las personas migrantes es el acceso a la vivienda. Pilar Martínez lo describe como "la pescadilla que se muerde la cola, para poder tener vivienda necesitas un trabajo y al revés". Según explica, la administración impone trabas que dificultan "conseguir con rapidez tu documentación o tu vivienda de alquiler". Martínez subraya que "venir a un país extranjero no es peccata minuta" y la vulnerabilidad de los recién llegados complica aún más el proceso, aunque van encontrando soluciones gracias a la colaboración de voluntarios y amigos. El papel de los casi 50 voluntarios es fundamental. Jesús Ruiz, voluntario del área de sensibilización, destaca que su labor no consiste en "buenismo, sino que se da mucho cariño". Los voluntarios participan en la acogida, imparten clases de lengua que llegan incluso a la alfabetización, y acompañan a personas en el centro penitenciario de Logroño. Ruiz describe el proceso de acogida como un "baño de realidad" donde se escucha a las personas: "Muchos salen aplaudiendo y otros salen llorando, y tenemos que estar ahí para acompañar". Jesús Ruiz, voluntario desde hace tres años y medio, afirma que esta labor le ha permitido "recibir el mayor número de besos y de abrazos que nunca haya podido recibir". El acompañamiento y el apoyo son claves en su tarea, y aunque la recompensa no es económica, asegura que "recibe mucho cariño también". Para él, lo más importante es saber escuchar y ofrecer un baño de realidad a quienes llegan a la asociación.