La salida del turismo estacional incrementa el número de viviendas disponibles en Ibiza y reduce, en parte, las prácticas más abusivas de la temporada alta, aunque sigue sin resolver el problema de fondo. Muchos propietarios optan por contratos temporales vinculados exclusivamente a los meses de invierno, lo que obliga a los inquilinos a abandonar la vivienda cuando se aproxima el verano.