Una esquina que resiste: el trayecto de The Peninsula New York

A principios de los sesenta, cuando Nueva York empezaba a redefinir su vida nocturna, el sótano de un hotel clásico de la Quinta Avenida se convirtió en uno de los espacios más concurridos de la ciudad. Allí operaba L’Interdit, una de las primeras discothèques públicas de Nueva York.Fue un punto de encuentro que atrajo a una clientela que no solía descender a los sótanos de Midtown. El edificio, entonces conocido como The Gotham Hotel, continúa de pie. Hoy se le conoce como The Peninsula New York. Pero durante más de un siglo ha sido otra cosa, y muchas a la vez.El edificio abrió en 1905, en un momento en que la ciudad todavía estaba decidiendo cómo quería verse a sí misma. La Quinta Avenida era ya un corredor de prestigio, aunque no aún el escaparate global que es hoy. Frente al hotel se alzaba el University Club, terminado apenas cinco años antes, y el Gotham fue diseñado para dialogar con él. Su fachada Beaux-Arts, con piedra caliza tallada, columnas dóricas y cornisas de cobre, responde a una lógica urbana que hoy parece lejana: la idea de que los edificios conversan entre sí.Desde el punto de vista técnico, el Gotham fue también una declaración. Fue uno de los primeros hoteles de Nueva York construidos con estructura de acero, una innovación que permitía mayor altura y flexibilidad interior. Veintitrés pisos, algo notable para la época. Era una apuesta por el futuro inmediato de la ciudad, por una verticalidad que empezaba a definir a Manhattan.En 1979, el edificio entró en una de sus etapas más excéntricas. El hotelero suizo René E. Hatt tomó el control del inmueble y anunció su intención de convertirlo en “el hotel más lujoso del mundo”. Lo rebautizó como Nova-Park Gotham y presentó planes que incluían seis restaurantes, diez bares y una pista de hielo en la azotea. Algunos proyectos se materializaron, otros no. Pero la ambición era clara. El edificio no solo debía mantenerse vigente; debía competir con una ciudad que ya no perdonaba la nostalgia.La designación del inmueble como edificio protegido por la Landmarks Preservation Commission fue un punto de inflexión. Se reconocía su valor arquitectónico, pero también su peso cultural acumulado. El Gotham —bajo cualquiera de sus nombres— ya no podía ser tratado como un contenedor neutro. Era, oficialmente, parte de la memoria urbana de Nueva York.Cuando The Peninsula Hotels eligió el edificio como su buque insignia en Estados Unidos, y el primero en América del Norte, la decisión fue tanto simbólica como estratégica. La marca, con raíces asiáticas y una noción del lujo basada en la continuidad, encontró en el viejo Gotham una estructura capaz de absorber capas sin borrarlas del todo. The Peninsula New York no comenzó de cero. Se instaló en una historia ajena y la administró.La más reciente renovación interior, concluida tras iniciar en enero de 2024, responde a un dilema frecuente en los edificios históricos: cómo actualizar sin traicionar. El proyecto, liderado por Bill Rooney Studio, tomó como referencia la elegancia contenida de los años veinte neoyorquinos, no como ejercicio nostálgico, sino como sistema de proporciones, materiales y silencios. La llegada de The Peninsula al antiguo Gotham supuso una forma específica de continuidad. A diferencia de otras marcas que imponen una identidad sobre el espacio que ocupan, The Peninsula ha operado aquí con una lógica más cercana a la administración que a la conquista. Eso se percibe menos en los gestos visibles que en las decisiones sostenidas en el tiempo. La conservación de las proporciones originales, el respeto por la verticalidad del atrio, la negativa a convertir la Quinta Avenida en un espectáculo interior. Incluso las renovaciones recientes —técnicamente complejas y estéticamente medidas— parecen responder más a la pregunta de cómo habitar el edificio hoy que a la tentación de redefinirlo por completo.El inmueble cumple una función simbólica que va más allá del servicio. Actúa como mediador entre una tradición hotelera internacional y un contexto urbano que no se deja domesticar fácilmente. En una ciudad donde los hoteles tienden a ser intercambiables y los interiores cambian con cada ciclo económico, The Peninsula New York ocupa un lugar distinto. No promete novedad constante ni nostalgia declarada. Ofrece, más bien, una forma de continuidad poco común en Manhattan: la de un edificio histórico que se mantiene operativo sin convertir su pasado en argumento, y una institución que concibe la renovación como una manera de proyectarse hacia adelante.hc