La presencia del invierno en la pintura no sólo documenta los cambios del clima o la geografía, sino que revela cómo los diversos tiempos y sociedades han interpretado su particular lumninosidad y los significados que la acompañan. Desde los paisajes flamencos del siglo XVI a la plasmación de la fragilidad contemporánea, el invierno ha servido como espejo de las emociones humanas y del espíritu de cada época.