El síndrome del ovario poliquístico (SOP) es una condición cada vez más frecuente que afecta a un 6% de las mujeres españolas. Lejos de ser un problema exclusivamente ginecológico, los expertos advierten de su profunda conexión con el estilo de vida. La ginecóloga y oncóloga Alejandra Henríquez, autora del libro "Ser Mujer", explica que este síndrome "se nace porque puede tener una condición genética, o se hace por el mal estilo de vida, es decir, la mala alimentación, el exceso de azúcares". La doctora Henríquez aclara que el término "ovario poliquístico" puede llevar a confusión. "Realmente, el ovario no tiene quistes", señala. Lo que se observa en las ecografías es una imagen similar a pequeños quistes, pero que no es exclusiva de esta condición. La clave del síndrome, según la experta, es el desajuste metabólico que hay detrás: un exceso de andrógenos (hormonas masculinas como la testosterona) que provoca resistencia a la insulina. Este desequilibrio hormonal es el que genera la mayor parte de los síntomas, convirtiendo al SOP en la antesala de un síndrome metabólico. Por ello, Henríquez insiste en que es "el mal llamado síndrome del ovario poliquístico, porque en la nomenclatura y en la sintomatología no se habla de lo que hay detrás, que es ese síndrome metabólico". Una de las consecuencias más directas de este trastorno metabólico afecta al ciclo menstrual y la capacidad reproductiva. "Estoy viendo muchas niñas, adolescentes, por los malos hábitos de vida, con el exceso de azúcar, que no les viene la regla", alerta la ginecóloga. Es común que las mujeres con SOP tengan ciclos menstruales más largos, superiores a 35 o 40 días, lo que impacta directamente en sus posibilidades de concebir. Este desajuste provoca que la calidad de los óvulos sea menor y la ovulación se retrase. Las pacientes permanecen en una fase dominada por los estrógenos, cuyo exceso no es inocuo. Como advierte la doctora, "el estrógeno en exceso puede generar problemas de enfermedades hormonodependientes en la mujer". La conexión con la infertilidad es tan fuerte que muchas mujeres acaban necesitando técnicas de reproducción asistida. La buena noticia es que el camino para revertir o mejorar esta situación pasa por adoptar hábitos saludables. Un estilo de vida basado en una alimentación saludable, la práctica de ejercicio, especialmente de fuerza, y un buen manejo del estrés es fundamental. "La fuerza, el músculo, es lo que más rápidamente va a consumir la glucosa", explica Henríquez. La salud femenina no solo depende de los hábitos propios, sino también de factores ambientales y generacionales. La doctora Henríquez introduce el concepto de disruptores endocrinos, sustancias químicas presentes en plásticos, pesticidas o cosméticos que alteran el equilibrio hormonal. Su efecto puede ser más profundo de lo que se cree, llegando a afectar a futuras generaciones. Esta herencia se explica por un hecho biológico sorprendente: "el óvulo con el que yo me fecundé se estaba formando en el embarazo de mi abuela". Esto significa, como explica la doctora, que "un problema en el embarazo de mi abuela puede llegar a tener un impacto en mi salud actual". Cualquier exposición a tóxicos o un shock importante durante esa etapa puede tener consecuencias hasta tres generaciones después. Para minimizar los riesgos en un mundo rodeado de químicos, la ginecóloga recomienda aplicar dos principios. El primero es el principio de precaución: "Si crees que te puede ser perjudicial, no lo uses". El segundo es tener en cuenta el efecto cóctel, es decir, la suma de pequeños impactos diarios a través de cremas, maquillaje o productos de limpieza, que en conjunto sí pueden tener un efecto notable en la salud.