¿Cómo se conmueve a un aborrecedor serial?

“Mi capacidad como editor es aborrecer. Como autor necesitas un opositor, alguien que se atreva a decirte esto es aburrido”. Julio Villanueva Chang ofrece un taller de Crónica y Perfil organizado por elDiario.es en el marco del VII Encuentro de Periodismo Iberoamericano “Llegar a la gente y romper la barrera técnica del lenguaje”, el motor de Economía para la Pipol y Climabar Julio Villanueva Chang está de espaldas. Parece no escuchar el ruidaje que hacen cuando mueven las sillas los 18 participantes del taller que va a conducir. ¿Se esconde de su público? ¿Quiere hacer una entrada triunfal? ¿Es tímido? ¿Está repasando su discurso? ¿Pasa de todos? No. Está de espaldas porque está mirando por la ventana que, en esa sala de la Casa de América, la Inca Garcilaso, apunta a la Plaza de Cibeles. Así permaneció hasta que Gumersindo Lafuente lo presentó y él se dio vuelta: “He estado 7 minutos mirando la ventana y no me acuerdo de nada”, dijo. Luego reconoció que sí recordaba algo, a un tipo que iba con un pantalón que parecía un piyama, y dijo que se acordaba de eso porque pensó que él nunca usaría un pantalón así para andar por la calle. Es decir, se acordaba de ese detalle porque lo hizo pensar en sí mismo, en su gusto para vestir, en lo que entiende por buen gusto. Toda la clase magistral va a circular en torno a esta idea: “Somos gente que malentiende lo que la gente recuerda y prioriza en su memoria. La atención y el asombro tienen que ver con una memoria emotiva involuntaria. Es un grave error suponer que esto se trata de crónica y perfil: se trata de robarle la atención a la gente sobre algo que no sabe que le interesa”. El cómo lograrlo se respondió, en parte, en el Taller de Crónica y Perfil que organizó elDiario.es en el marco del VII Encuentro de Periodismo Iberoamericano. No nos enseñó a escribir, nos enseñó a atender primero lo que nos pasa a nosotros cuando vemos algo que nos sorprende. A afinar la mirada, a tomar decisiones, a escuchar. Aquello que “el periodismo biempensante ha cometido el error de dejar de lado”. Atender esos detalles que hablan de un todo. El método Villanueva Chang En sus talleres, Julio Villanueva Chang, editor fundador de la revista Etiqueta Negra, que dejó de editarse en 2016 y sin embargo no ha visto surgir otra que supere la vara alta que dejó, propone un método. Él no le llama así, no lo ha estructurado en un libro de buenas prácticas o de procedimientos. Eso lo decimos sus seguidores, porque lo que propone es una forma de plantear una crónica o un perfil de manera totalmente diferente a lo que hacemos en las redacciones agobiadas por las breaking news, el SEO, la IA y los virales. La primera diferencia con la práctica general del periodismo es que el título se pone antes de escribir. La idea es arrancar por la hipótesis, por una promesa y escribir el texto para cumplirla. Para eso, hay dos preguntas que responder: de qué se trata la historia y qué dice de nosotros. Las hipótesis, las preguntas, “son actos desesperados para que la gente se interese en lo que no se interesa”. Nuestros lectores son aquellos que no quieren informarse. A ellos tenemos que atrapar. Pero, tal como advirtió el maestro, hay que tener cuidado: a la pregunta ¿de qué se trata la historia?, no se puede responder con un tema. Eso no va a retener a la gente. Hay que buscar la paradoja, la altura y la bajeza del personaje. Luego, “la pregunta, la hipótesis, será un faro para seguir en esa dirección”. Para explicarse mejor, enseñó el proceso de uno de sus perfiles más recientes: “Un científico del paraíso”, sobre el director de ciencias del Jardín Botánico de Nueva York. El comienzo relata una escena que el autor no vio en directo, sino que la encontró en la cuenta de Instagram del científico: el momento exacto en el que le cae caca de gaviota en la cara durante una entrevista y él, en vez de ofuscarse, se ríe. “¿Por qué escoger un momento ridículo para presentar a un botánico? Porque nada supera una cagada de gaviota”, nos dijo. Pero también porque “todo comienzo es un conflicto”, y porque ese momento combina la altura y la bajeza de la persona perfilada, habla de él y habla de nosotros. Villanueva Chang citó a la Nobel de Literatura Svetlana Alexievich para redondear esta idea: “¿Qué ocurre con los grandes acontecimientos? Quedan fijados en la historia. En cambio, los pequeños que sin embargo son importantes para el hombre pequeño, desaparecen sin dejar huella. (…) Eso es a lo que yo me dedico desesperadamente a disminuir la historia hasta que toma una dimensión humana”. Y nos dejó esta misión: “Eso es lo que tenemos que grabar en nuestras mentes: tenemos que disminuir la historia hasta la dimensión humana”. Aborrecer es el camino “Mi capacidad como editor es aborrecer. Como autor necesitas un opositor, alguien que se atreva a decirte esto es aburrido”. Famoso por devolver decenas de veces un texto con correcciones o directamente con la sugerencia de empezar de nuevo, la exigencia de Julio Villanueva Chang quedó en total evidencia cuando mostró varios ejemplos de proyectos que no llegaron a publicarse porque no terminaron de conmoverlo. ¿Cómo se conmueve a un aborrecedor serial? A la hora de escribir, dijo, será clave “desconectar el sentido del deber, captar la tontería y la contradicción conviviendo con la altura”. Nos enseñó entonces las primeras páginas de la biografía de Robert Prevost, “El Papa Peruano”. Hay una escena de la vida del nuevo Papa, León XIV, que retrata al personaje: está el entonces sacerdote conduciendo una combi en un clima que ha llenado de escarcha el parabrisas. No puede seguir y no puede deshacer el hielo sin rayar el cristal, entonces pide a sus seminaristas orinar sobre la escarcha para conseguir derretirla y recuperar la visibilidad. Esa escena demuestra que es un tipo que soluciona problemas, cuenta algo sorprendente, pero también reúne las dos escalas: la altura -un líder- y lo mundano -la orina-. Citó también el libro “La guerra moderna” de Martín Caparrós, que empieza hablando de Las Vegas desde el avión (del gran angular al primer plano). Cómo hacer una buena entrevista “Casi todos los problemas de una historia son problemas de entrevista y de observación. Para empezar, hay que tener en cuenta que escribimos para ‘los que no quieren saber’. A ellos tenemos que atrapar. La entrevista como género de conocimiento es falible. La gente no sabe qué decir cuando le pones un micrófono. ¿Qué cosas somos capaces de preguntar?” Julio Villanueva Chang nos expuso así a los periodistas frente a nuestro propio ego: normalmente todos creemos conocer muy bien el arte de la entrevista. Error: “Hay que hacer un ejercicio de humildad esencial y darnos cuenta de que esto merece trabajo”. Dejar de lado el preguntar por “lo importante”, porque eso nos lleva a calificar a una persona como “muy interesante”. Si definimos así a alguien, para él, hemos fracasado. Por el contrario, propuso “ensayar definiciones como un diccionario personal”, un registro de calificativos precisos, que hagan al lector sentir una afinidad o, al contrario, rechazo, pero que no lo deje indiferente. Dos ejemplos máximos de un trabajo así son “Besar, hacer cosquillas y aburrirse”, un ensayo de Adam Phillip que retrata la cotidianidad para hablar de la psicología infantil. O “Autorretrato”, de Édouard Levé, en el que el autor describe sus costumbres, lo que deplora y disfruta con tal verdad que sí o sí provoca una sonrisa, un “yo también”, un “qué feo eso”. En fin, reacciones. Pero ¿cómo llegamos ahí con un entrevistado? “La mayoría de la gente no sabe explicar por qué pasa lo que pasa. Nosotros tenemos que explicarlo por ellos, pero para eso no basta una sola entrevista”. Volviendo al perfil del botánico, el maestro nos contó cómo descubrió que llevaba en su cuerpo cinco cicatrices de bala, algo que en una entrevista previa a la suya publicada en el New York Times, no había aparecido. ¿Por qué? Probablemente porque el periodista que la hizo no estuvo cinco horas de una tarde con él o quizás sí pero no supo observar que caminaba de una manera particular y no consiguió que, al preguntarle por esa manera de caminar, el científico le contara que tiene una bala incrustada en la rodilla para luego soltarle su historia con las municiones. “Hay que salir con una aspiradora y elegir de entre el polvo lo que más brille” La frase es de Alma Guillermoprieto, a quien Julio Villanueva Chang suele aludir en sus clases. Elegir, escoger, decidir: todos los verbos que sean necesarios para que quede claro que la tarea de un redactor, después de haber investigado, de saber todo lo que hay que saber sobre el tema o personaje protagonista de la crónica, es seleccionar las escenas, los detalles que mejor retraten lo que queremos contar. “Tu trabajo no es escribir bien es conmover y revelar. Primero debes saberlo todo y luego escoger”, dijo el editor. Lo que nos llevó a dos temas de forma donde hay que tomar decisiones: qué elegimos para empezar y terminar un párrafo, y qué elegimos entrecomillar. “Hablamos con gente extraordinaria que no sabe decir lo que hace. Entrecomillamos solo cuando la persona dice algo que tú no podrías decir mejor. Entrecomillar es una forma de escuchar. Si lo hacemos con cosas aburridas, estamos escuchando mal”. La elección de palabras es fundamental en nuestro trabajo y esto, según el maestro, aplica para todo tipo de narración, ya sea audiovisual, en un podcast o en un texto. Y una norma que, creo, nos ha quedado grabada a todos: no elegir un dato para cerrar un párrafo. “Si ponemos un dato, salvo que sea un símbolo, no entendimos nada”. Títulos contra el olvido y la indiferencia “Somos productores de olvido e indiferencia y de cuando en cuando publicamos algo que va a ser recordado por un minuto y medio”. Julio Villanueva Chang adjudica los malos titulares que vemos en los medios a “un problema de imaginación”. “Para mí se trata de producir un ataque nervioso, un micro escalofrío. Si no produces eso no estás haciendo algo para el que no quiere saber”, dijo. Y remató: “Un titular que sirve para muchas historias es malo”. Lo de malo, con énfasis. La indignación que provocó en el maestro la evidente falta de reflexión editorial de algunos títulos sacudió al auditorio. Los ejemplos que puso son inapelables: un libro sobre el insomnio que se titula “Un malestar indefinido” y tiene como subtítulo “Un año sin dormir”. ¿No es claramente más potente el subtítulo? ¿Qué nos dice de nosotros eso de “un malestar indefinido”? Otro ejemplo: “240 aves” es el título de un podcast sobre una persona ciega que grababa el canto de los pájaros. Pero no es inesperado. En cambio, la misma historia fue reescrita en forma de perfil (aunque nunca vio la luz) por el editor de Etiqueta Negra con el título de “El ciego que se tomaba selfies”. “Un título debe ser inesperado, paradójico y preciso”, nos explicó. A continuación, más ejemplos incontestables: -Una crónica/ensayo sobre la inauguración de un restaurante que se tituló “El problema de elegir una silla para sentarse a comer”: “Esto es representar el todo por una parte. No pones ‘Viaje a la inauguración de un restaurante’. Hay que transformar la historia en experiencia. No es la narración de sucesos, la experiencia exige digresión, exige ensayo”. -Un perfil de Ricardo Darín con un título doble: “Darín es un encanto: o es posible ser hipócrita las 24 horas del día / Darín es un hipócrita: o es posible ser encantador las 24 horas del día”. Se publicó en Etiqueta Negra, escrito por el fotógrafo Enrico Fantoni. -“Un niño lidera el Barcelona”, es el titular que encontró un periódico para hablar de Lamine Yamal. Inesperado, paradójico y preciso. -“El hombre más rico del mundo se niega a ser Santa Claus. ¿En qué gasta su dinero la gente más rica del mundo?”: un perfil sobre Carlos Slim publicado en Etiqueta Negra. -“Joseph Stiglitz, un Nobel de Economía detiene el tiempo. ¿Podemos confiar el futuro del mundo a un hombre que llega tarde a todas partes?” Estos casos reúnen todo lo que Julio Villanueva Chang espera de una crónica o un perfil: altura y bajeza, gran angular y primer plano, el todo en una parte, o aquello que al leerlo nos saca una sonrisa. Tal como demostró al inicio de esta charla, con su mirada misteriosa por la ventana de la sala, nos equivocamos permanentemente en lo que creemos que interesa a las personas. “Si contamos una historia que hace reír a todos nuestros compañeros, pero no la publicamos en el diario, hemos fracasado”. Lecturas recomendadas en el taller Autorretrato, de Édouard Levé La guerra moderna, de Martín Caparrós El cuaderno gris, de Josep Pla Mitologías, de Roland Barthes La Torre Eiffel: textos sobre la imagen, de Roland Barthes El último día de Duchamp, de Donald Shambroom Besar, hacer cosquillas y aburrirse, de Adam Phillips La banda que escribía torcido, de Marc Weingarten. Guerras del interior, de Joseph Zárate El libro de los filósofos muertos, de Simon Critchley Cómo leer el agua, de Tristan Gooley El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati Los indómitos de la montaña, de Dino Buzzati