El sorteo de la Lotería de Navidad evidencia como pocas cosas cómo se ha disparado el coste de la vida en España. La asociación nacional de loteros, Anapal, ha calculado que en 1967 con el dinero que conseguías si te tocaba el Gordo de la Lotería Navidad te podías comprar diez pisos. En 2025, y en algunos casos, apenas te dará para comprarte una casa. Obviamente, más vale que te toque a quedarte sin pedrea. Pero la lotería ya no es lo que era. La gran industria de este país es España. Y el crecimiento se basa en una especulación con los bienes básicos de la población, como está volviendo a ser la vivienda. Los únicos que han aprendido algo de la crisis de 2008 han sido los bancos. La banca nunca pierde y la concesión de hipotecas se ha vuelto leonina, pero para el cliente. Pero la evolución de los precios camina impasible hacia una nueva insostenibilidad. Desde 2020, el año del gran confinamiento, el precio medio de la vivienda en España ha crecido entre un 22 y un 24%. Es una salvajada, se mire por donde se mire. Ahora mismo, el precio medio del metro cuadrado en una vivienda en España está en torno a los 2.605 euros por metro cuadrado. Es decir, un piso de 90 metros cuadrados suele costar unos 235.000 euros (media nacional, en Córdoba es algo menos). De mantenerse el crecimiento actual, en el año 2030 (en cinco años) ese mismo piso costará 346.000 euros. En 2040, 750.000 euros. Insostenible, se mire por donde se mire. Recuerdo perfectamente un chiste previo a la crisis de 2008. Entonces no había memes, o eran protomemes. Lo que existían eran cadenas de correos electrónicos reenviados. En una de las más populares un matemático calculaba que si un piso en el centro de Madrid seguía revalorizándose año a año como lo estaba haciendo en 2006, en el año 2100 su coste sería equivalente al PIB de California. La vivienda, como en 2008, vuelve a ser el enorme problema de España. No solo lo difícil que es acceder a ella por parte de los más jóvenes o precarios, sino el tremendo entramado que existe en torno al mercado inmobiliario, en el que nosotros mismos nos convertimos en especuladores de nuestras casas, que vendemos más caras o alquilamos a precios cada vez más altos. Y se lo hacemos a nuestros vecinos, a nuestra comunidad, a la que contribuimos a reventar un poquito más. Y no, no son solo los fondos de inversión, que también. Somos nosotros los que otra vez estamos engordando una burbuja que tarde o temprano estallará. Volverá a llegar el día en el que el precio baje. Por puras matemáticas. Si una casa normal en Córdoba acaba costando 750.000 euros, ¿habrá alguien que pueda comprarla? Vamos, ni tocándote la lotería.