Un botón de muestra

Nunca unas elecciones extremeñas habían estado tan en el punto de mira, no solo de sus habitantes, que acuden a las urnas hoy, sino de los líderes de todos los partidos. Es como una macroencuesta sectorial, que va a dibujar el futuro de los próximos comicios, no solo autonómicos sino, incluso, nacionales. Tal vez por eso, el PP y Vox han convertido la campaña en un ring de boxeo. La candidata popular, María Guardiola, y el líder de la extrema derecha, Abascal, no han escatimado descalificaciones, incluso personales, para robarse votos. «Es de una soberbia insoportable», dijo de ella el de Vox, y añadió: «Pero ya me llamará para que vuelva corriendo el lunes si necesita los votos para ser investida». Sin embargo, en el entorno de la candidata popular, se mantiene la esperanza de alcanzar esa mayoría que ‘salvaría’ a Abascal de volver corriendo. No piensan lo mismo en Madrid. Dirigentes nacionales ven difícil ese logro y se quejan de que Guardiola haya querido hacer una campaña muy personalista, con poca presencia de Feijóo y nula del resto de la dirección. Sobre todo, se critican las erráticas y teatrales jornadas finales, sin mítines, con paseos por los pueblos y con el poco creíble mantra del «robo de la democracia». Pero no hay que preocuparse, si al final Vox no crece tanto como ellos mismos esperan y Guardiola roza la mayoría, volverán los elogios y las loas. El problema de la ultraderecha ha sido la omnipresencia de Abascal, convertido en el único protagonista de su cartel y con un candidato opacado y convertido en mudo acompañante del líder. Muchos de los que cojan la papeleta de Vox se preguntarán a quién están votando. En el PSOE se esperan lo peor. A la falta de gancho de su candidato, se suman los casos de corrupción y acoso sexual que tienen al partido noqueado. De ahí que la opción de Unidas Podemos, sin Sumar, mantenga un cierto optimismo de que la izquierda no acabe convertida en un sector testimonial del parlamento extremeño.