Navidades crueles

Hacía décadas que no se nos presentaban unas Navidades tan crueles en el sentido colectivo. Los deseos de recogimiento y respeto se han transformado este año en sentimiento de combate guerrero a causa de los avatares políticos, mediático y hasta incluso judiciales. No hay tregua. El ambiente está crispado hasta niveles que en otros tiempos se considerarían intolerables en las actuales fechas. La obsesión de derribo del Gobierno Sánchez raya ya el histerismo. Las denuncias por corrupción, por acoso, por incapacidad en el ejercicio de la acción pública se multiplican al ritmo de una epidemia. Ya no hay respeto ni por el significado de los árboles cargados de luces. El rasgado de vestiduras ha llegado hasta el PSIB, alcanzado al mismísimo Iago Negueruela en una guerra interna que esta organización había superado hace ya una década. Comienza un invierno que anuncia volcanes en erupción en vez de nieves.Sobran las felicitaciones y los villancicos. Atizados por algunas cadenas televisivas madrileñas, manda la furia del combate, el ardor de la contienda. Este año, el espíritu de Herodes se ha colado en el belén. Por tanto, no está de más recordar el poema dedicado al enfrentamiento obra del escocés Charles Mackay (1814-1889): «¿No tienes enemigos, dices? ¡Ah, amigo mío!, la jactancia es pobre. / El que se ha mezclado en las refriegas del deber, que los valientes soportan, ¡debe haberse creado enemigos! / Si no tienes ninguno, pequeño es el trabajo que has hecho. / No has golpeado a ningún traidor en la cadera / No has arrancado ninguna copa de labios perjuros. / Nunca has convertido lo incorrecto en correcto. / Has sido un cobarde en la lucha».Mackay lanzó su receta para tiempos convulsos, como los actuales. Durante estas Navidades no nos llaman a reflexionar sobre la armonía interior. Nos reclaman para hacer sonar los tambores de batalla.